viernes, 13 de marzo de 2015

SEMI MARATHON DE PARIS 2015: 1h 12min 06seg... jugando a ser mayor!

De las muchas carreras que corro durante el año, al final siempre me gusta quedarme con dos o tres y guardarlas con cariño en el baúl de las "elegidas". Acaba de comenzar 2015, pero estoy seguro de que la Media Maratón de París de este año tendrá su hueco en ese baúl de los recuerdos. ¡Empezamos!



Allá por Septiembre me propuse volver a correr una Media Maratón y, por fin, probarme seriamente en la distancia. No tuve muchas dudas sobre qué carrera elegir, y tan pronto como se abrieron las inscripciones de la Semi Maraton de Paris, ya estaba mi nombre escrito en la lista de los casi 40.000 valientes que se darían cita el 8 de Marzo de 2015. Conseguí convencer a un buen grupo de amigos: Pablo Ibarguren, Álvaro Renuncio, Javi López y Andrew me iban a acompañar en un fin de semana turístico-deportivo que prometía mucho.

Los meses desde la inscripción hasta el fin de semana de la carrera fueron pasando, y la víspera del viaje ya tenía todo preparado con mimo para volver a la ciudad de la que, con nostalgia, guardo muchos recuerdos al haber pasado allí el curso 2011-2012, de Erasmus.



El viernes por la tarde pusimos rumbo a Bilbao desde Santander Andrew, Javi y yo, y nos juntamos con Ibarguren y Álvaro en el aeropuerto Charles de Gaulle, pues ellos volaban desde Madrid. Tarde, pero con ganas de pasárnoslo bien, llegamos al hotel Ibis donde nos íbamos a alojar, próximo a la plaza de la Bastilla y justo enfrente del que sería el kilómetro 6 de la carrera del domingo. Primera noche en París y primera noche de creps. Disfrutamos de un primer paseo nocturno por la ciudad debutando, algunos, en el maravilloso mundo de los creps, y haciendo planes para el día siguiente.




El sábado lo dedicamos a turistear. Bien es cierto que a París iba con la idea de hacer buena marca en la carrera, pero no podía olvidar que no solo estaba allí para hacer deporte, sino para disfrutar de un fin de semana con amigos y diferente al resto. Por la mañana fuimos al Parc Floral a por los dorsales ¡qué riada de gente! Aprovechamos la ocasión para empaparnos del ambiente de atletismo que se respiraba en el entorno del Bois de Vicennes, donde el día siguiente se daría la salida. Pablo y yo saldríamos en el segundo cajón (Preferenciel) mientras que el resto lo haría en el de 1h 35 min.




Desde el Bois de Vincennes  nos dirigimos a los jardines de Luxemburgo, donde aprovechamos el buen tiempo para comer un cucurucho de pasta sentados en el borde del estanque central. Un autentico lujo de tiempo, nada habitual en Paris, y que nos permitió ver la ciudad en su máximo esplendor. Eran las cinco de la tarde y mis piernas me pedían reposo. Tras caminar por la zona del Barrio Latino y el Sena hasta Notre Dame, y tras llevar muchas horas de pie, pensé que lo mejor sería descansar un poco, así que volví al hotel  con la idea de relajarme y concentrarme para la carrera.



Y por fin llegó el día. Mi costumbre de desayunar al menos 4 horas antes de las carrera hizo que me tuviera que despertar a las 5:30 de la mañana y, sigilosamente, roer mis mueslis metido en el baño, para no despertar a Andrew, mi compañero de habitación.
Las sensaciones eran muy buenas, pese a la caminata del día anterior, y no me encontraba demasiado cansado. Poco a poco se fueron despertando todos y a las 8:20 salimos del hotel hacia el Bois de Vicennes. De nuevo, la línea 1 del metro estaba llena de corredores, pero nada agobiante (ventajas de ir con la suficiente antelación). Casi 40.000 personas se iban a dar cita en una de las carreras más multitudinarias de Francia. 



La emoción de verme envuelto en el mismo ambiente que en 2012 me hizo recordar aquella edición, en la que 1h 23 min 6 seg fue mi tiempo, un tiempo que ahora me parece discreto pero que hace tres años veía inalcanzable. En 2015 otro Pelayo volvía a Francia. Un Pelayo curtido ya en muchas carreras, pero aún no en la distancia de 21 kilómetros, por lo que el respeto a este tipo de carreras estaba presente en todo momento.

Dio la hora de la salida y nos fuimos dirigiendo a nuestros cajones. Para llegar al mío tuve que andar casi un kilómetro. Conseguí meterme en mi cajón 20 minutos antes de la hora y, la verdad, impresiona pegar un saltito y ver detrás tuyo a tanta gente. En el cajón precedente, a unos metros de distancia, los etíopes, keniatas y algún que otro privilegiado se preparaban para la batalla. Doscientas plazas VIP donde se podía calentar hasta el minuto antes de salir. Por el contrario, yo me tuve que comer 20 minutos inmóvil, de pie y apretado... No era la mejor forma de empezar, pero es lo que hay.
Demasiado despacio fueron pasando los minutos hasta las 10:00h de la mañana, pero por suerte la salida se dio con rigurosa puntualidad y rápidamente la "serpiente multicolor" se puso en marcha. Primeros metros frenéticos, mucho ansia en la gente y demasiados calentones. Sin querer, me vi arrastrado por la marea humana en un primer kilómetro por debajo de 3:20... Puff, ese no era el plan, pero era imposible reprimirse, así que la idea de salir a 3:30 desapareció de inmediato y se convirtió en una carrera suicida, donde los primeros kilómetros se preveía que iban a ser a un ritmo más rápido del previsto. Salimos del Bois de Vincennes y cruzamos la Puerta Dorada para tirarnos calle abajo por la Avenida Daumesnil. 



El desnivel favorable en los primeros 8 kilómetros animaba a los corredores a salir por encima de sus posibilidades... ya vendría Paco con las rebajas del kilómetro 13 al 18, donde la carretera pica notablemente hacia arriba. Por mi parte, tras un inicio rápido, fui encontrando mi sitio y acercándome poco a poco a los grupos que me precedían, hasta tal punto que en el kilómetro tres enlacé con el grupito de las cuatro primeras chicas (Keniatas) que seguían a un coche que les marcaba en todo momento el tiempo. ¡Qué paranoia mental! Con lo poco que me gusta a mí ir mirando tiempos durante la carrera, me encontré con la tortura de llevar un cronómetro delante. Afortunadamente fue un visto y no visto, porque tan pronto alcancé al grupo de las Keniatas, estas cambiaron de ritmo y allí me quedé, en tierra de nadie, intentando encontrar compañeros de viaje que fueran al mismo ritmo que yo. Paso por el kilómetro 5 y ¡16:43! Casi un minuto por debajo de mi tiempo objetivo. De momento las sensaciones eran buenas y no quería imaginarme una posible petada.



Del 5 al 8 la carretera ya es más llana, pero me conseguí mantener a un ritmo cercano a 3:20, por lo que tras girar en Chatelét y afrontar la vuelta empecé a acusar muscularmente el esfuerzo. Quizás era más mental que físico, pero del 8 al 10 me costó un poco concentrarme. Aún así kilómetro 10 en ¡33:40! Madre mía... la que me espera. Es esa fase de la carrera el viento nos daba de cara y comenzamos tres corredores a darnos relevos cortos, para ayudarnos e intentar pescar al grupo numeroso que nos precedía. Y así llegamos al kilómetro 12, justo al segundo paso por la Bastilla. El calor del público en la Plaza, y las bandas de música hacían más amena nuestra agonía. Pero ¡aaaay amigos! llegó el kilómetro 13, y con él, se acabó lo bueno. Desde ese punto nos tocaba subir todo lo bajado y, hasta el 18, la carretera no dejaría de apuntar al cielo. Lógicamente el ritmo decreció, y empezamos a correr a 3:30-35. La verdad es que tuve suerte de ir bien acompañado por otro par de corredores del grupo que acababa de alcanzar, y nos íbamos dando relevos constantemente. Pasamos por el kilómetro 15 y aproveché para tomarme el gel de 3 Action. Gran acierto, porque de ahí al final las piernas funcionaron a la perfección. Pensaba que iba a acusar el sobreesfuerzo de los primeros kilómetros pero el desfallecimiento no llegaba.




El kilómetro 18 suele suponer una tortura para muchos y es conocido en la jerga atlética como el mini-muro de la media Maratón. Pero en París, ese kilómetro coincidía con el fin de la subida y los tres restantes eran completamente llanos, e incluso ligeramente favorables. Fue ahí donde un negrito que iba conmigo se puso a correr a 3 min el kilómetro como si tal cosa. Cuando pegó el cambio salí detrás de él, pero el calentón me duró 100 metros... ¡Quiéeeeeto! ¿cómo iba a ponerme a ritmo de carrera de 3 kilómetros en los últimos 3 de una media? Aún así mantuve un ritmo alto y junto a un experto Francés que venía a mi rueda fuimos cubriendo los últimos metros. En el 19 pasamos por la zona de fotógrafos y aproveché para mandar algún saludo, que espero quede reflejado en las imágenes. El francés que iba conmigo me miraba en plan... ¿pero tan sobrado vas como para ponerte a posar? Y le dije en un perfecto francés fatigado, que estaba aprendiendo de los mayores expertos del postureo: mis compañeros del Bender Triatlón. 



Tras ese pequeño diálogo encaramos la recta de meta y cambié de ritmo ¡qué buenas sensaciones! Parecía que la meta estaba cerca pero la alfombra azul aún se veía al fondo ¿qué tiempo haré? Cuando por fin tuve a tiro de vista el crono de meta vi que ya iba a superar el tiempo de 1h 11min 59 segundos. No pasa nada, sprint sobre la moqueta y brazos en alto animado por las bailarinas con pompones que nos recibían en los últimos metros. 



Fue cruzar la meta e invadirme un sentimiento de bienestar y felicidad enorme, muy similar al que tuve tras hacer 32:30 en los 10 km de Laredo en 2014, pero, esta vez, en una prueba más dura y más larga. Y mi tiempo real: 1h 12min 06 segundos!!!!! Puffff QUÉ PASADA!!!! Había conseguido colarme en el puesto 36 de casi 40.000 corredores y, además, siendo el primer español y de los primeros europeos en cruzar la línea de meta. 



Y lo mejor de todo: que aún presiento que en esta distancia hay margen de mejora, mucha. Corrí sin saber cómo hacerlo, sufrí, pero quizás no tanto como podría haberlo hecho. No llegué a coquetear con mis límites porque, para hacerlo, hay que tener experiencia en la distancia, y creo que ahora ya tengo algo más de lo que tenía. De hecho, mi pulso medio durante la carrera fue de 165 pulsaciones, cuando debería ser capaz de ir al menos a 172... así que se puede decir que me dejé unos caballos en el motor sin usar. En definitiva, que me llevo de París 1hora 12min y las ganas de volver a intentarlo y  hacerlo mejor.




El camino hasta aquí no fue fácil, y mucho tengo que agradecer a los que me aguantan día a día, a los que me apoyan y a los que, de forma altruista, me tienden su mano. Por eso, esta satisfacción al cruzar la meta en París es de mucha gente: mis padres (aunque digan que no se puede correr tanta distancia siendo tan joven, estoy seguro de que disfrutaron con ello), Vanesa, mis compañeros del Bénder, mis compañeros del viaje, el equipo de la UC de atletismo con quien entreno y mi equipo (Selaya-Reparte), Juanillo por sus buenos consejos de última hora y por su apoyo, Isma Megustalanaranja, por apoyarme y acompañarme en este reto con sus espectaculares naranjas, 3 Action, por darme ese plus de energía que necesito gracias a sus geles y a Catlike, vestirme con el mejor material. En definitiva, muchas gracias a todos por vuestro granito de arena.




Y para rematar un día redondo, el Domingo por la noche me llega un correo de la Federación Cántabra de Atletismo para decirme que estoy en la Selección Cántabra de Cross que el próximo fin de semana disputará el Campeonato de España  en Alcobendas. Sin duda, este era uno de los grandes retos que me había propuesto al empezar la temporada de cross y que tras darla por concluida me llega de forma inesperada. Me alegro mucho por mi equipo de atletismo, el Selaya Reparte, porque apostaron por mí este año y, dentro de mis limitaciones como atleta, creo que esta convocatoria hace justicia al año que hemos hecho como equipo.

Con ilusión, ganas y esfuerzo seguiré construyendo mi camino


Un abrazo a todos

No hay comentarios:

Publicar un comentario