martes, 15 de marzo de 2016

MEDIA MARATÓN DE SANTANDER 2016: Lucha contra el tiempo...


Como un niño con zapatos nuevos me sentía los días previos a volver a disputar una distancia, 21 km, a la que cada vez le voy cogiendo más gusto. Cuando a principios de año me planteé correr la Media Maratón de Santander, lo hice con el objetivo de tener una motivación previa a la parte fuerte de la temporada.
Han pasado dos meses desde que alzaba los brazos en la San Silvestre de Oviedo. Dos meses desde que cumplí uno de mis sueños deportivos y por el que me sacrifiqué duro durante el inicio de la temporada. Pero el 1 de Enero me devolvió de golpe a la realidad. Si bien la meta de mi planificación la tenía planteada para el Mundial de Duatlón de Junio, la veía tan distante en el tiempo que, ese 1 de Enero se abría un abismo sin final ante mí. Intenté mantenerme activo todo este tiempo, corriendo los crosses de Cantabria, pero la fórmula no funcionó. Quizás el desgaste de ver tan lejos tus metas y el pasar de cumplir uno de tus sueños a arrastrarte por el barro fueron una piedra de toque para aprender a dosificar esfuerzos. Y como esta temporada es de aprendizaje, primera lección aprendida.
Con los crosses olvidados ya, la Media Maratón de Santander suponía un halo de ilusión antes de meterme de lleno con los duatlones. Mi estado de forma, pese al pequeño bajó en Enero, es bueno, y las semanas previas había conseguido recuperar las sensaciones corriendo, gracias, entre otras cosas, a las series cortas, que “engañan” al cuerpo y le dan algo chispa que había perdido. Por tanto, llegó el fin de semana de la Media y las pilas estaban más que cargadas.

La mañana del domingo fue climatológicamente infernal. El pico del temporal de frío, viento, lluvia y nieve que golpeó el Norte de España, coincidió con el día clave. Con hora prevista de salida a las 9:30h, no hubo mucho tiempo para pensárselo. Madrugón antológico para tomarme mi taza de avena con leche y un poco de chocolate, tres horas y media antes de la salida. Correr en Santander tiene la ventaja de que puedes salir directamente de casa hacia la zona de la carrera y apurar las últimas horas de descanso… Pero esta vez apuré demasiado. Eran las 9:00 cuando me disponía a salir del portal y aprovechar el trayecto para calentar. Pero fue asomarme a la calle y empezar a diluviar como nunca. Volví a refugiarme al portal, pues en vez de calentar lo que haría sería coger una mojadura y enfriarme más. “Parará pronto” pensé… Iluso de mí. Dieron las 9:15 y seguía lloviendo, por lo que no tuve más remedio que salir de mi escondrijo y dirigirme a línea de salida directamente.
Empapado y muerto de frío llegué justo a tiempo para situarme en segunda fila. Es la primera vez que no hago un previo de carrera charlando con la gente y disfrutando del ambiente, pero el día no se prestaba a ello. Los dos minutos que nos tuvieron parados antes de salir se nos hicieron eternos. Miré a mi alrededor y allí, entre nosotros, estaban grandes atletas maratonianos españoles como Fabián Roncero, Martín Fíz o Abel Antón. Todo un lujo compartir carrera con ellos.
Y poco más me dio tiempo a ver, porque cuando me quise dar cuenta, ya salíamos escopetados del Paseo de Pereda para cubrir, entre un “jarreo” incesante de lluvia, los 21097 metros de los que consta una Media Maratón.

Mi objetivo para esta carrera no estaba claro, y más con el día tan terrible que había salido; por lo que procuré adaptarme e improvisar según se fuera desarrollando la carrera. En el kilómetro 1 quedaron definidos varios grupos, y mi lugar ese día estaba en el grupito de Manu Heras, Fabián Roncero y Pablo Martínez Serna. Nos juntamos muy pronto los tres y nuestra compañía perduró bastantes kilómetros. Tras recorrer toda la Calle Castilla a un ritmo cómodo de 3:30, enfilamos la subida de Valdecilla en el kilómetro 3 y nos lanzamos San Fernando abajo para volver a pasar por meta, coincidiendo con el punto kilométrico 5,5. En ese momento, los corredores de la prueba de 5 km entraban en meta y nosotros seguíamos en dirección a la temida S-20. Pero lo que climatológicamente estaba siendo un infierno, físicamente y a nivel de sensaciones estaba siendo una maravilla. Además, tener como compañeros de viaje a dos personas con tanta experiencia como Manu y Fabián, y el ambiente distendido y de cachondeo que llevábamos, hacían que los kilómetros pasaran sin enterarnos. Por delante había un gran salto de nivel y no me merecía la pena morirme yo solo durante 21 km. Por tanto, la estrategia de la que dudaba antes de comenzar, estaba clara, ir bien acompañado y entretenido.




Cuando pasamos por Piquío (km 9) una nueva invitada se unió a la grupeta. La líder femenina y reciente subcampeona del maratón de Sevilla, Kaoutar Boulaid, enlazaba con nosotros. ¡Qué pasada! Estaba corriendo junto al plusmarquista europeo de media maratón (Fabián Roncero), junto al mejor maratoniano cántabro actual y liebre de la atleta olímpica Paula González Berodia (Manu Heras) y junto a la vigente subcampeona de España de Maratón (Kaoutar Boulaid), por lo que no podía sentirme más privilegiado en ese momento.

El ritmo seguía siendo cómodo al paso por el kilómetro 10. Aproximadamente 35’30’’ y con el pulso por debajo de 160 pulsaciones, muy lejos de mi umbral. Pero me daba igual, me lo estaba pasando como los indios y eso es lo que importaba. Comenzamos los 3,5 kilómetros de ida por la S-20 con bastante viento en contra y, sin querer ser tacaño, me puse a marcar el ritmo del grupo. Sabía que me estaba desgastando algo más que el resto, pero me daba igual.
Entre glorieta y glorieta fuimos “comiendo” metros a la parte más dura del recorrido hasta que, poco antes de dar la vuelta, empezamos a cruzarnos con los primeros, que ya volvían. Fue entonces cuando fuimos conscientes por primera vez de en qué posición íbamos y qué nos estábamos jugando. Dentro de ese ambiente distendido que estábamos llevando, empezamos a concienciarnos de que en realidad competíamos por el 8º puesto de la general y el 3º puesto de atletas empadronados en Cantabria, que daba derecho a premio en metálico de 75 euros. Desde ese instante el panorama cambió. Sólo uno de nosotros se iba a llevar el suculento botín… ¿alguna apuesta?

Para empezar, yo tenía pensado tomarme un gel en el km 14, que coincidía ya dando la vuelta y con viento a favor; aunque, al ver que Manu se lo tomaba en el 12, decidí copiarle la estrategia. Tampoco sabía si lo hacía a posta o no, pero ante un previsible ataque más adelante, preferí tener ya el gel dentro de mí. Como bien predije, el ritmo cambió a partir del punto de retorno. Manu nos puso en fila de uno y el primero en ceder fue Fabián Roncero. Ya solo quedábamos Pablo, Manu, la chica y yo. Llegamos al parque de Las Llamas (km 16) y el ritmo era alto, en torno a 3:15, aunque asumible, pues no había habido mucho desgaste. Lo que empezó como un bonito paseo entre la lluvia se había transformado en un bonito duelo entre nosotros. Empezamos a vigilarnos, sabíamos que la subida de Reina Victoria sería definitiva, y nadie quería gastar fuerzas, por lo que al paso por Piquío se produjo un parón. Nos íbamos controlando tanto que la chica, Kaoutar, decidió irse a su ritmo y se escapó con facilidad. Nosotros a lo nuestro, subimos timoratos la cuesta hasta el desvío de la Magdalena y, a falta de 3 km lo probé. Pequeño tirón con el que Pablo se quedó un poco descolgado. Manu seguía enganchado a mi rueda y en ese tramo el viento soplaba en contra. Quizás me la estaba jugando demasiado, pero había que correr un poco, que ya habíamos ido demasiado tiempo de paseo. Con menos de tres kilómetros por delante, volví a cambiar y, ahí sí, a un ritmo de 3:10 fui abriendo hueco con Manu. Pero no sería fácil mantenerlo, porque un invitado inesperado hizo acto de presencia. Los calambres en las piernas a falta de 2 kilómetros y el bloqueo muscular debido al frío, hacía que correr rápido fuese imposible. De hecho, iba a la misma velocidad cuesta abajo que en llano, no tenía capacidad de mover las piernas con más cadencia, y todo eso sin pasar de 170 pulsaciones, por lo que la sensación era de ir holgado de caja, pero bloqueado de piernas.



Enfilo la recta del paseo de Pereda, voy noveno y por detrás ya no me pillan. Incluso me permito el lujo de recortar muchísimo a mis dos predecesores, uno de ellos Mohamed. ¡Qué pena! Me faltó un kilometro más para pillarle y conseguir el segundo puesto de entre los cántabros. Aún así, tercero y 75 euritos inesperados a la saca. Del tiempo mejor ni hablamos…. Algo más de 1h 14, aunque eso es lo de menos. La carrera tuvo de todo, momentos de disfrute, condiciones climáticas cambiantes, buena compañía y finalmente disputa por un buen puesto en meta. Por tanto, las conclusiones que saco son que me lo pasé pipa y que no podría haber hecho un mejor entreno de domingo.



Ahora, con más ilusión que nunca, cierro la temporada de atletismo (salvo alguna carrera puntual que pueda surgir) y me centro en los duatlones. Dentro de 4 semanas es el Campeonato de España en Cerdanyola, al que espero llegar lo más fino posible.
Pero antes habrá un par de sopresitas más…
…y que dure…


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