domingo, 25 de septiembre de 2016

IRONMAN 70.3 DE SANTA CRUZ (CALIFORNIA): Fin de fiesta de un gran mes americano

Han pasado dos semanas pero aún perdura el regustillo dulce de haber vivido mi primera experiencia triatlética en Estados Unidos. A 10000 metros de altitud, volando de San Francisco a Frankfurt, empiezo la historia de una carrera diferente, una carrera que confirma lo que en Valencia pensé para mis adentros, y aun sigo pensado: queda mucho que aprender y mucho que disfrutar en la distancia de medio Ironman. 



A estas alturas ya todos sabéis el desenlace de la historia, pero quiero detenerme un poco más en el prólogo y en lo acontecido por el camino hacia esa línea de meta en la arena de “Main Beach” de Santa Cruz de California. 

Todo empezó tras el Campeonato de España de Media distancia de Valencia. Allí terminé mi primer medio Ironman pasando por fases de sufrimiento que nunca antes había sentido compitiendo. Pese al buen resultado, la carrera tuvo unos cuantos "peros", que me hicieron replantear objetivos para lo que quedaba de temporada. Mi cuerpo necesitaba regenerar después de varios meses exigiéndole demasiado, y fue durante ese periodo de descanso físico y mental cuando me inscribí al Ironman 70.3 de Santa Cruz (USA), que se celebraría coincidiendo con mi estancia de doctorado en la capital californiana del surf. Animado por mi compañero de trabajo, Borja y empujado por mi culo inquieto, que no me deja estar parado, me enrolé en esta aventura de la que hoy guardo un buen recuerdo.

Con el culpable de todo esto en la sala de "tortura" de la UCSC
Era la primera vez que cruzaba el charco, y lo haría acompañado de mi cabra. El miedo que tenía a que la compañía aérea me la liara con el transporte de la bici hizo que me planteara si participar o no, pero al final facturé la Avenger TM6 que me montaron esta temporada los amigos de Esta Bikes y, por suerte, la bici llegó intacta. No quiero pasar por alto el detalle de que Lufthansa es una buena compañía aérea para viajar con material deportivo. Son todo facilidades a la hora de meter tu bici en el avión, no me cobraron por ello y el trato de la bici fue estupendo. Un 10 para ellos.

Pista de atletismo en el Campus de la Universidad de Santa Cruz
Fue un mes, exactamente, el tiempo que tuve para preparar esta carrera en tierra americana. Durante este mes viví una de mis mejores experiencias laborales combinada con semanas de intenso entrenamiento y buenas sensaciones. No recuerdo haber metido tanto volumen como esos días, en los que casi llegaba a las 20 horas semanales. Una preparación exprés pero efectiva, después de un Julio de semi-relax competitivo. El único "pero" que le pongo a mi preparación fue la comida. Acostumbrado a la rutina de Santander y a seguir a pies juntillas las recomendaciones nutricionales de Juan Carlos Llamas, en Santa Cruz me desmadré ligeramente, aunque el relax y la posibilidad de descansar más que en España compensaban esta parte y cada día sentía que iba a más.

La base de mi preparación se centró en tres aspectos “diferentes” respecto a lo que solía hacer en España. El primero fue el entrenamiento diario de bici, utilizándola como medio de transporte para desplazarme de casa al trabajo (12 km), del trabajo al gimnasio y piscina (10 km) y de nuevo del trabajo a casa (12 km). En total casi 35 km diarios sobre una bici pesada, de paseo y cargada con alforjas, y siempre procurando tomarme los desplazamientos como si fueran series cortas. A parte de grandes sudadas que me obligaban a ir a todos los lados con ropa de repuesto, conseguí mejorar una barbaridad sobre las dos ruedas y con solo 4 días de 60-90 km de cabra llegué más que preparado a la carrera.

El mejor sistema de entrenamiento
El segundo cambio fue meter todos los entrenos de carrera a pie en ayunas, tanto los rodajes, como las series y los fartleks. ¿Y por qué? Pues porque en USA me iba muy pronto para la cama y me despertaba a las 6 de la mañana. La mejor forma de hacer tiempo hasta la hora de ir a trabajar era aprovechando para correr. Y pese a que había días en que el cuerpo pedía cama, en general fui cogiendo una adaptación a correr con niveles bajos de glucógeno que creo que fue clave para no decaer en la media maratón final del medio Ironman.
El tercer cambio fue aumentar considerablemente el volumen y los días de entrenamiento de natación, pasando de 4000 metros semanales que estaba haciendo de media, a más de 10000, incluyendo series cortas y largas. Las sensaciones y los ritmos nadando volvieron a ser los que antaño e incluso mejores, dejando de lado los fantasmas natatorios que me llevaban acompañando toda la temporada.

Piscina de la Universidad de Santa Cruz. Nos acabamos haciendo amigos.
Y así llegó el fin de semana de la prueba. Primera carrera que hago de la franquicia Ironman y segunda vez que corro la distancia medio Ironman. Haber encadenado cuatro semanas de casi 20 horas de entrenamiento y una semana de regeneración me permitieron conocer al milímetro los límites de mi cuerpo y me daban la confianza suficiente para exprimirlo un poco más que en Valencia.

Caos de boxes... ¿cuánto dinero en bicis hay ahí metido?
A la carrera se apuntaron casi 3000 personas, entre ellos 40 profesionales, con gente de Top 10 mundial (Michael Weiss, Jesse Thomas, Drew Scott, Ben Hoffman o Denis Chevrot) y que están en la puesta a punto para el mundial de Kona de este año. Además, la presencia de grupos de edad de todo el continente americano en busca de un slot para el Campeonato del mundo de 2017 hacían de este Triatlón el más numeroso y con más nivel de cuantos he participado. Mismamente, en mi grupo de edad, 25-29 años, éramos más de 200 inscritos, y solo los 3 primeros tendrían plaza para el Mundial. 

Sin ningún objetivo más allá que el de darlo todo y rendir al 100 % de mis posibilidades, me planté en el arco se salida, junto al famoso Boardwalk de Santa Cruz, lugar emblemático de la ciudad con su parque de atracciones y paseo marítimo. Me tocó hacerlo en la última tanda, pues 3000 personas son demasiadas para dar una única salida, y tuvieron que dividirnos con el objetivo de evitar el drafting en bici y las aglomeraciones en el agua o en la carrera a pie. Incluso dentro de mi grupo de edad se dieron dos salidas distintas, espaciadas 4 minutos. Como digo, a mí me tocó en la última de las últimas (para que os hagáis una idea, hubo salidas desde las 6:50 am hasta las 8:06 am).

Pre-carrera. Cara de... "¿quién me mandaría a mí meterme en este lío?"
Sin haber tocado el mar desde la última nadada en el Sardinero (dos meses antes), tenía dudas de cómo respondería al neopreno, al frío del agua y al agobio de una carrera. Por el contrario, las buenas sensaciones en piscina aliviaban ligeramente la tensión. Cogí posición en primera fila, rodeado de gorros verdes, color distintivo de la segunda mitad de triatletas del grupo de edad 25-29 años. La otra primera mitad había salido 4 minutos antes portando gorros azules.

Una de las tandas de salida (no es la mía)
A las 8:06am exactamente sonó la bocina y enfilé lo más recto posible la línea de boyas que marcaba la vuelta al pantalán de Santa Cruz. Los primeros metros fueron angustiosos, salí por el medio y el que tenía a mi izquierda se empeñó en nadar contra mí en vez de ir recto... ¿Pero no veía que la maldita boya estaba de frente y no a su derecha? Me paré para que se cruzara por delante y se perdiera él solo, y así no recibir más mamporros. Sin embargo, este parón tan cerca de la salida hizo que la marabunta que me seguía se me echará encima, teniendo que pegarme un buen calentón para volver a recuperar la posición. 

Natación sencilla rodeando el pantalán
Tardé 300 metros en encontrar mi sitio y en poder nadar limpiamente. Cuando llegó la calma por fin pude observar el panorama y encontré nadando en paralelo a un chico que parecía tener más ritmo que yo (John Piirainen). El resto de gorros verdes habían desaparecido ¿iría en cabeza? Me puse a pies del chico de mi derecha y pronto empezamos a adelantar gorros de todos los colores, que habían salido en tandas precedentes. “¡No pierdas de vista el gorro verde!” me iba diciendo cada vez que mi compañero de viaje se me escapaba un poco. 

La carrera se había convertido en un divertido slalom y eso la hacía más entretenida. De vez en cuando trataba de levantar la cabeza y buscar más gorros verdes pero ni rastro de ellos. ¿En qué posición iría? Nunca lo supe, pero intuía estar haciendo una buena natación. A falta de una boya para tocar la arena me separé de mi compañero y elegí enfilar la playa por la izquierda, mientras que él lo hizo por la derecha. Tocamos tierra a la vez, tras recorrer 2100 metros de brazadas en poco más de 28 minutos, y salí el 5º de mi grupo de edad del agua, aunque eso no lo sabía.


Neopreno fuera y empieza mi carrera
La transición hasta boxes era de 750 metros, corriendo descalzo por asfalto. Al salir con los pies fríos y medio dormidos, no noté la dureza del camino y lo hice adelantando gente de todas las edades, tónica general de una carrera en la que al grupo de edad más potente le hacen salir en la última tanda. ¡Y claro!, te encuentras a gente por el camino que va de paseo, grupos de personas que salen a otra cosa distinta a la que sales tú, y eso es peligroso. ¡Ojo!, que no estoy criticando que haya gente que sea lenta, yo también lo sería desde el punto de vista de los pros, por ejemplo, sino que deberían organizarse los turnos de salida pensando un poco más en la seguridad de los triatletas.

Laaaaaarga transición...
Llegué sin problemas a mi bici, bebí un trago se Isotónico de Keepgoing y arranqué hacia la zona de montaje. De nuevo, tanta gente mayor paseando, charlando y a otra cosa menos a competir, me obligó a tener que salirme por las piedras que delimitaban el pasillo de boxes, corriendo con la bici al hombro, porque el atasco que se montó fue monumental. 

Pequeño salto sobre la cabra y ¡a gastar rueda!
 Empezamos el sector ciclista lloviendo. Y eso, sumado a las curvas del Westcliff, al tráfico de triatletas y a vaho de la visera del casco que no me dejaba ver, hizo que me tomase con mucha calma los primeros 6 km hasta coger la Highway 1.

Activando el limpia. No se veía un carajo.


Una vez llegado ese punto metí la mano en el compartimento de la comida para coger una pastilla de sales y.... ¡Bingo! Allí no había nada, ninguna de las 3 pastillas que había metido y tampoco ninguna de las dos barritas Triforza. Se me había caído la comida nada más salir y no me había dado ni cuenta. Sin  duda una faena gorda cuando por delante te quedan 90 km de bici y una media maratón. Me pase los primeros kilómetros por la Highway 1 replanteando mi estrategia de alimentación. Me quedaban 700 ml de Triforza y 3 geles disueltos en agua que debía dosificar. También debía procurar no saltarme ningún avituallamiento líquido y tratar de beber isotónico en cada uno de ellos.

Un timbre en el manillar hubiese estado bien.
Con la cabeza funcionando y el constante adelantar a gente, no encontraba mi ritmo, hasta que en el km 10 un triatleta de mi grupo de edad me adelantó y por fin conseguí conectar con la carrera de nuevo y enchufarme. Le cojo la referencia, y me cuesta un poco seguirle, pero lo hago. Los kilómetros van pasando y los repechos que tan duros me parecían en los entrenos, ese día eran “tachuelillas” sin importancia. Las piernas parecían responder y el ritmo era alto. Pero la alegría y la motivación de seguir a este chico (Jeremy Stagg) se me terminaron cuando él, al girar la cabeza y verme unos metros por detrás, se pegó un buen calentón y desapareció de mi vista.
Fue imposible seguirle y tampoco quería calentarme de esa forma con más de 65 km por delante. Me vi solo de nuevo. Solo en cuanto a encontrarme a alguien con un ritmo similar, porque en realidad solo nunca estuve, siempre había gente a quien adelantar. 

Ahora sí. ¡Gas a fuego!
La niebla y humedad que habían condicionado el inicio del segmento, desaparecieron y, por lo menos, la visibilidad era buena. Pasamos por Davenport, donde empecé a cruzarme con los “Pros”, que ya volvían. Habían salido más de una hora antes que yo y además iban a un ritmo endiablado. Sin enterarme, llegamos al desvío de Swanton, un tramo de unos 5 km por una carretera estrecha y un asfalto roto que no permitía ir acoplado en ningún momento, y si lo hacías, corrías el riesgo de darte una buena leche por culpa de los baches.
En una pequeña recta en subida llegó el primer avituallamiento. Cogí una botella de Powerade y tras darle un breve trago tuve que tirarla porque se acababa la zona de tirar la basura. Una de las cosas a tener en cuenta era que apenas daban 30 metros para beber después de coger el bote, si te pasabas ya no podías tirar la botella. 

Y entre medias algo también sufrí
Después del avituallamiento llegó el único puertecillo que teníamos que subir; dos kilómetros al 8%. Corto pero duro para los desarrollos de la cabra. Subí alegre y haciendo slalom entre triatletas. Coroné y me tiré hacia abajo por las peligrosas curvas que nos llevaron de nuevo a retomar la Highway 1. Nunca me la juego bajando y esta vez no iba a ser menos. Si en la subida me harté a pasar gente, en la bajada, por el contrario, me puse detrás de una chica y bajé al ritmo de mis acompañantes en ese momento. Pequeño respiro antes de volver a acoplarme en mi Avenger y no cambiar de posición en los restantes 50 kilómetros. 

Bajada de Swanton.
Nada más reincorporarnos a la autovía, me adelanta un chico del grupo de edad 20-24 (podíamos saber la edad porque la llevábamos pintada en el gemelo). Buen momento para coger la referencia de alguien con aparente buen ritmo. A unos 50  metros me mantuve hasta que llegamos a Pescadero, punto de giro y vuelta para Santa Cruz. Cada vez me encontraba mejor. Ir bebiendo de los geles me estaba dando un puntito extra y me sentía con fuerza. En uno de los repechos adelanté al chico que me precedía y metí una marcha más. Aunque me acordé del consejo de Fernando Barroso de intentar ir dos puntos por debajo de tu límite en bici, las sensaciones eran tan buenas que las piernas me pedían marcha, y yo se la iba a dar.

Seguimos avanzando
Rodé como hacía mucho que no recordaba, en busca de recortar distancia con los primeros de mi grupo de edad, si es que había gente delante, porque realmente no sabía la posición en la que me encontraba. Cuando avistamos Santa Cruz sentí un chute extra de adrenalina, pero me contuve e hice desacoplado y soltando piernas los últimos kilómetros por Westcliff.

Último empujón por Westcliff
Me iba cruzando con triatletas que estaban ya en la carrera a pie, y mi cabeza empezaba a visualizar los pasos a dar en la transición. Debía acordarme de coger los dos geles que dejé preparados, pues los que la organización daba en los avituallamientos eran demasiado espesos e imposibles de tragar corriendo, por lo menos para mí.

Llegué al campo de fútbol del “Depot Park”, lugar donde se encontraban los boxes, y corrí hasta mi sitio. Bici colocada, calcetines puestos, zapatillas, gorra, geles al bolsillo y ¡a correr! Por delante 21 km entretenidos, por zonas habituales de entrenamiento durante el mes previo en Santa Cruz. 

Soltando piernas antes de bajarme a correr.
Como digo, no tenía ni idea de en qué puesto iba, pero la intuición me decía que estaba haciendo una buena carrera. La intuición y el tiempo marcado en bici, el mismo que el del ganador absoluto del año pasado, a una media por encima de 38 km/h, y con la sensación de haber perdido bastante tiempo por el camino a causa del tráfico que me fui encontrando. 

Salí corriendo de boxes a ritmo ligero, pero no tan alocado como en Valencia, donde aprendí que empezar los 2 primeros km a 3:20 convertiría el final del sector en una tortura. 
Subí la rampa de inicio hasta Westcliff y puse la directa. Las sensaciones eran increíbles, buenísimas y el ritmo de 3:35 me permitía ir cómodo y fijándome en lo que pasaba a mi alrededor. Una de las motivaciones de este inicio de carrera era encontrarme con Borja, quien estaba siguiendo la prueba a través de la aplicación de móvil de Ironman, y donde estaba publicado el puesto real actualizado cada pocos kilómetros.

Empieza la fiesta. Rezando para no petar como en Valencia
No fue hasta casi al final de Westcliff cuando me lo encontré. A mi izquierda, en bicicleta, escuché una voz conocida: “¡Vas muy bien!”. Sí, sí, eso está cojonudo, pensé, pero… ¿Cómo voy de puesto? Le pregunté. ¡Segundo!, me dice. Mi reacción fue de sorpresa y a la vez rabia y ganas de luchar por la victoria. ¿A cuánto voy del primero? “A cinco minutos ibas al bajarte de la bici”, me contestó. ¡Puf! Cinco minutos son muchos, pero confiaba en mi carrera a pie, así que puse una marcha más y me lancé inconsciente de si al primero le estaba recortando o por el contrario se me estaría yendo aun más.

¿esto pica para arriba o soy yo?
Por el camino me salté los tres primeros avituallamientos. No quería perder ni un segundo. Y el kilómetro siete, cuando estaba tomándome el primer gel de Keepgoing, me pareció que el triatleta que me precedía a unos 100 metros era un chico joven. ¿Será él? Casi dejo el gel a medias de las ganas que tenía de pasarle, y en menos de un kilómetro confirmé mis sospechas al leer en su pierna la edad de 28 años. 

Cogiendo ritmo en el km 7
Era él, Jeremy Stagg, el que mejor sector ciclista había hecho y quien hasta el momento lideraba la carrera en mi grupo de edad. Le devolví la jugada en mi terreno, la carrera a pie, y le adelanté en una bajada. Dejé pasar unos segundos tras pasarle antes de girar la cabeza ver que no había hecho amago de seguirme. Buena señal, aunque era mejor no relajarse.
Entramos en un camino estrecho de “trail” que nos llevaría hasta los acantilados de Wild Ranch. Zona preciosa para correr disfrutando del paisaje. Quedaba la mitad y esta vez sí empecé a beber agua en los avituallamientos. La verdad es que iba sin sed, con el estómago perfecto y sin ningún síntoma de deshidratación, pese a no haber podido comer en la bici tras perder las sales y las barritas en la transición. 

Pasado el ecuador de la carrera a pie me crucé con Sandy y Sarah, mujer e hija de Mike, que iban camino al avituallamiento para trabajar como voluntarias. Siguieron pasando los kilómetros e inconscientemente me relajé, aunque intentaba que el ritmo no se me fuera por encima de 3:45’/km.
Me lo puso difícil el 2418 jejeje

Camino de Westcliff volví a encontrarme con Borja. Estaba más nervioso que yo, y está vez fui yo mismo quien le informó que ya iba primero. “¡Disfruta!”  Me dijo. Y no había duda, eso es lo que pensaba hacer los 3 kilómetros restantes por la famosa carretera costera hasta la playa.
Me dio tiempo a pensar, a reírme y a emocionarme a la vez, incluso de saludar a la cámara y hablar para algún video que me hizo Borja. No me preocupé del tiempo, solo de disfrutar el momento.
Último kilómetro y veo a Mike, una motivación más antes de lanzarme cuesta abajo hacia la arena de la playa y encontrarme casi sin querer con la línea de meta. Primer puesto de mi grupo de edad y mejor tiempo del día de todos los Grupos de Edad, oí que anunciaba el Speaker por megafonía mientras dejaba que me colgarán la medallita de “Finisher”.



Simplemente... ¡FELIZ!
Tiempo final de 4 horas, 13 min y 3 segundos, mejor marca real en la distancia Medio Ironman (en Valencia hice 4:06 pero eran 10 km menos de bici, unos 18 min más teóricos). Y en la media maratón conseguí hacer 1h 16 min, sin sufrir ningún bajón y de forma constante, dentro de lo posible, pues la zona de “trail” y las cuestas rompían el ritmo.

Meta (el tiempo que aparece es el que pasó desde que salieron los Pros)
Sin duda, puedo decir que el Medio Ironman de Santa Cruz ha sido el triatlón más completo que he hecho hasta la fecha y de los que mejores sensaciones me ha dejado. Haber desconectado durante el mes de Julio me permitió coger con fuerza y ganas para esta carrera y disfrutar de la preparación exprés del último mes hasta llegar a ella.

Pódium GE 25-29 años (custodiado por cuatro cachorros americanos)

¡Meca! ¿Hay que volver a USA?
Pero no acaba todo aquí, tras la ceremonia de entrega de premios por grupos de edad llegó la hora del reparto de “slots” para el Campeonato del Mundo de Ironman 70.3 que se disputará en Chattanooga, Estado de Tennessee (USA) en Septiembre del próximo año. Clasificarme no estaba en mis planes pero en esta vida las mejores experiencias vienen sin querer. Estoy aprendiendo lo importante que es vivir el momento y disfrutar de cada una de las oportunidades que se me presente... ¡quién sabe dónde vamos a estar el día de mañana! Así que acepté mi plaza y ya tengo objetivo para el próximo año. Motivante e ilusionante, sin duda.

Con Sandy, Mike y Borja

Y para cerrar la crónica una foto, de nuevo, con el culpable de todo esto.
Y para terminar quiero acordarme de una cita que escribió mi amigo Diego en su blog, y copio aquí literalmente: "me fui con una maleta y vuelvo con una vida". Camino de España de nuevo tengo que ser consciente de lo que este viaje ha supuesto para mí en todos los sentidos y dar las gracias a los que han sido partícipes de este, mi primer sueño americano.


 Habrá más...
                    ... y que dure...


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