miércoles, 22 de junio de 2016

CAMPEONATO DE ESPAÑA DE TRIATLÓN DE MEDIA DISTANCIA: El debut en 1/2 Ironman

Cuando el 1 de Noviembre del pasado año decidí pasar por la consulta del Doctor Llamas, jamás imaginé que iba a estar hoy escribiendo una crónica como esta. Hasta ese momento nunca había seguido una dieta ni había tenido un entrenador que me planificara las semanas; simplemente iba haciendo lo que me parecía, copiando de quienes creía que lo hacían bien y aprendiendo día a día. Pero esta temporada, y tras 5 haciendo duatlón y triatlón, decidí dar un paso más: ponerme en manos del más reputado especialista en nutrición que hay en Cantabria y experimentar conmigo mismo lo que supone someterse a un plan rígido y serio durante una temporada. Recuerdo en aquella primera consulta que Juan Carlos me preguntó cuáles eran los objetivos del año. Me costó tener que discernir entre lo que es objetivo y lo que no, pues mi planteamiento del deporte se basaba en ir día a día, sin picos de forma y con objetivos a corto plazo. El concepto me iba a hacer cambiar el chip, y como respuesta rápida, sin pensarlo, le solté: "ganar la San Silvestre de Oviedo". Se quedó extrañado ante tal petición, faltaban dos meses y le estaba pidiendo un objetivo demasiado a corto plazo, pero lo logramos. Ya en la siguiente consulta volvimos a plantearnos la misma pregunta y ahí nació la idea que acaba de culminar hacer unas horas, con el Medio Ironman de Valencia. Dicha prueba, además del Mundial de Duatlón de Avilés, serían las metas de mi preparación. Es complicado concentrarse en objetivos tan a largo plazo, pero, tras el éxito de la preparación para la San Silvestre de Oviedo, sabía que Juan Carlos iba a saber conducirme de la mejor manera hasta estos dos fines de semana que finalmente resultaron increíbles. ¿Cuál fue el truco para la mejora de rendimiento? Pues muy sencillo: TODO. Cambié en todos los aspectos: el doble de horas de entrenamiento, ajustar al milímetro la dieta y dichos entrenos en función de la fase de la temporada y la suplementación, básica para recuperar. Con ello conseguí bajar de 72 a 67 kg en 2 meses, perdiendo 9kg de grasa y ganando 2 kg de masa muscular. Además, incorporé en la rutina semanal dos sesiones de gimnasio que, sin duda, me dieron el punto de fuerza que me faltaba.



Y volviendo a lo más reciente, una semana después del Mundial de Avilés y con las piernas aún bastante destrozadas después de darlo todo en mi tierra, puse rumbo a Valencia, junto al presi del Bender, Pablo Gutiérrez para, como digo yo, hacerme un auto-regalo de fin de temporada, (a día de hoy no es el fin, habrá novedades) y estrenarme la distancia de Medio Ironman. Era mi debut en este tipo de pruebas y el entrenamiento que llevo haciendo todo el año va enfocado a la corta distancia, pero bueno, algún día había que probar y fue Valencia el escenario escogido, un 12 de junio de 2016.



Coincidió que, además, esta prueba era Campeonato de España de la modalidad, por lo que congregó a lo mejorcito del panorama nacional de media distancia. Se disputaba, simultáneamente, el Campeonato de España Élite y el de Grupos de Edad. Como era la primera, no me atreví a inscribirme con los 100 “gallos” de la Élite y me fui a apuntar, junto a más de 1000 personas, a la carrera de Grupos de Edad, en la que lucharía por un puesto con gente de 25 a 29 años y me aseguraba no tener que sufrir con los tiempos de corte que se establecen para la categoría ELITE. 

Llegamos a Valencia el día antes de la prueba. Muchos nervios, para mí era todo nuevo, una carrera larga en la que la que hay que comer e hidratarse siguiendo unas pautas estrictas. Durante la semana previa intenté asesorarme pidiendo consejo a gente con experiencia como Fernando Barroso, para decidir cómo organizar el tema de los geles, barritas y bebida en bici. Gracias a sus consejos y a las pautas de Juan Carlos Llamas, opté por la siguiente estrategia: en la bici un botellín con geles disueltos en agua (6 en total) y otro con Triforza, de Keepgoing, que son hidratos (amilopectina) para recargar los depósitos de glucógeno rápidamente. Pegado al cuadro puse una barrita Energy Fruit de Keepgoing y 3 pastillas de Sales. Y en boxes dejé un botellín con Hipotónico Full Energy para beber en las transiciones y un gel con cafeína para el inicio de la carrera a pie. Dicho así parecía demasiado complicado y, sobre todo, el miedo que tenía era que mi estómago no lo asimilara correctamente, pues yo nunca como nada entrenando. Además de esto, la idea era beber y comer de lo que nos dieran en los avituallamientos de carrera.



Con la bici preparada en boxes y la compleja logística alimentaria resuelta, llegó el madrugón del siglo el día de la carrera. Con salida prevista a las 7:45 en la playa de la Malvarrosa, me levanté a las 4:30 am para desayunar, y desde entonces los nervios no me dejaron descansar mucho más. Aún así, las sensaciones eran buenas, me notaba más suelto muscularmente que los anteriores, en los que las secuelas del destrozo de Avilés apenas me dejaron entrenar.



Casi 1000 triatletas de grupos de Edad fuimos congregándonos entorno a la salida de la natación. De mi grupo éramos aproximadamente 60 inscritos, pero no tenía controlado a nadie salvo a Felipe Santamaría (Buelna) y a Alex Rodríguez, que me ganó el pasado Domingo en el mundial de Avilés, llevándose la plata. Tampoco me preocupaba mucho quien corriera, el objetivo era acabar y hacerlo con buenas sensaciones que me dejaran ganas de repetir experiencia en la distancia Medio Ironman.



Con una puntualidad espartana se dio la salida de mi grupo de edad, en la misma tanda que los de 30-34. Me tomé la natación con muchísima calma. 



Los más de 2100 metros que marcaban las boyas colocadas para dar una vuelta, eran mi punto débil este año. No estoy nadando bien, al menos no como otros años, pues haber centrado la temporada en el duatlón me hizo dejar de lado la piscina. Por eso, este segmento debía tomármelo sin agobios. Y así hice. Salí tranquilo, evitando golpes y por el lado izquierdo. Traté de deslizar lo más que pude y nadar sin brusquedad. Camino de la primera boya fui superando rivales que, como yo, llevaban gorro de color blanco. Tras un eterno largo hasta el primer flotante, comenzó el caos. Empezamos a pillar a corredores de otros grupos de edad que iban con gorros de diferente color y perdí por completo la referencia de los gorros blancos. Aquello era un popurrí de colores indistinguible. Seguí nadando a mis anchas, sin preocuparme por ello y esquivando a la gente retrasada que había salido antes. Entre la primera y segunda boya tuve momentos de desorientación que me hicieron pararme para corregir la trayectoria y evitar nadar metros de más. Por fin llegó a la última boya y comienzamos el largo que nos llevaba a la arena. No veo nada hasta pasados unos metros, en los que tomo como referencia las banderas clavadas en la playa que marcaban en camino de boxes. Aunque no tengo la sensación de ir fuerte, noto que los brazos empiezan a pesar y que se me está haciendo larga la natación. ¡Y tanto que larga! Cuando toco la arena y miro el Garmin me marca ¡2200 metros! Bueno, no pasa nada, pienso “¿qué ye una faba en un cocido?” 





Poco a poco y con el freno de mano echado cruzo la playa en dirección a boxes entre triatletas de todos los grupos de edad mezclados. No veo a nadie con gorro blanco y no tengo ni idea de cómo voy, pero me da igual. Hago la T1 más tranquila de mi vida. Me paro en las duchas, me limpio los pies, bebo, me pongo el casco, dorsal y salgo a por los 82 km de ciclismo. Es la primera vez que hago una distancia tan larga de seguido con la cabra, y probar en carrera no es lo más recomendable, pero me veo fuerte en bici y eso me da confianza. Aun así, arranco la moto con dos “puntitos” menos de fuerza de lo que realmente tengo, haciendo caso a Fernando Barroso, que me había recomendado guardarme algo en este segmento. La agonía a la que estoy acostumbrado a ir en la bici en duatlones cortos no tiene nada que ver con la mentalidad con la que iba en Valencia. En los primeros kilómetros no hice más que pasar gente y gente y gente... Sin referencia de los de mi grupo de edad hasta el km 15 en el que me dicen que voy a ¡¡¡3 minutos y medio de Felipe!!! ¡Madre mía, me estoy durmiendo! 



Fue ahí, coincidiendo con el inicio de la subida, cuando decidí dar un "puntín" más y empezar a sufrir un poco. Aun con una marcha guardada en la recámara, seguí comiendo kilómetros y geles, sin encontrarme con nadie en bici que me pudiera servir de referencia. En el km 30 bebí el bote de sales del avituallamiento y hasta el momento no había tenido ningún problema con todo lo que iba metiendo al buche. Iba fresco de piernas y bien de estómago. La modificación de última hora del recorrido nos preparó una mini emboscada poco después de dicho avituallamiento, en forma de cuestecita en la que recurrí al plato pequeño. Hasta se agradece la subida, pues ponerse de pie ayuda a relajar las piernas después de tantos kilómetros acoplado, pero he de admitir que me pilló de improvisto y con media barrita en la boca que no tuve narices de tragar hasta llegar al alto.

Me iba fijando en los dorsales de los competidores a los que adelantaba pero no encontraba a nadie de mi grupo de edad. Ante tal desinformación solo quedaba apretar el culo, tirar hacia delante y quedarse satisfecho con el trabajo realizado. En esos kilómetros de subida adelanto a mi compi del Bender Lucía, que corría la carrera Elite femenina y que iba muy bien posicionada. Me cuesta adelantarla. De hecho, es de las chicas que más me cuesta pasar ¡Buena señal! Significa que está yendo fuerte y va a estar en la pomada del Campeonato de España. Una vez coronamos la “tachuelilla”, tan solo restaban 40 kilómetros a meta, y todos favorables. Primero una bajada sinuosa, pero preciosa, por el Parque Natural de la Sierra de la Calderona, en el entorno de Náquera y después las largas rectas en dirección a la capital del Turia. Plato grande, piñón de 12 dientes y a dar pedales. De verdad estaba disfrutando del segmento de bici, no solo por el recorrido sino porque, al contrario de lo que estoy acostumbrado en duatlones y triatlones cortos, en este caso nunca fui agónico y me permitía recrearme bastante con lo que iba viendo. En una de las largas rectas me devuelve el adelantamiento un chico de grupos de Edad pero que había salido antes que yo. Va con lenticular y me adelanta fuerte. Buena excusa para dar un poco más de mí y apretar. Le cojo la referencia, respetando ampliamente los 12 metros reglamentarios, y me lanzo detrás de él a por los últimos 20 kilómetros. Su ritmo decae cuando toca llanear o subir, momentos en los que me pongo yo al frente, pero en las bajadas me quita las pegatinas. Entretenido con este triatleta durante los últimos kilómetros, se me olvida tomar las pastillas de sales que tenía programadas. Aparentemente voy bien hidratado, pero todavía queda correr una media maratón, a 30 grados y con una humedad altísima, donde puede que eche de menos no haber tomado esas pastillitas. 



En el último avituallamiento aprovecho para guardarme de recuerdo un botellín de los que da la organización. Lo encajo en el portabidones trasero que tenía libre y al poco entramos en Valencia. Es una maravilla cruzar la ciudad con el tráfico cortado y tan anchas avenidas. Miro el cuentakilómetros y marca 80. Ya falta poco, pienso. Dicho y hecho. Entramos en el carril bici de la avenida paralela a la playa de la Malvarrosa. Al fondo se intuyen los boxes ¡qué bien voy! Me siento pletórico y con ganas de ponerme a correr. 



Me bajo de la bici a la vez que mi amigo de los últimos kilómetros, y llego sin problemas a mi box. No veo ninguna bici cerca. Buena señal. Los boxes están prácticamente desiertos, salvo el espacio de los Élite. El protocolo fue algo distinto al de los triatlones habituales. Esta vez no me atreví a salir sin calcetines a la carrera a pie, por lo que tras dejar la bici, me puse los calcetines, las zapatillas de correr, cogí un gel y salí dispuesto devorar los 21 kilómetros restantes a ritmo de Olímpico... ¿A dónde vas Pelayín? Fue la pregunta que me hice al pasar en 6’:50’’ por el kilómetro 2 (ritmo de 3:25’/km) y después de haber adelantado a más de 10 triatletas en la primera recta. Sin duda me dejé llevar por las sensaciones, pero pronto la musculatura me puso en mi sitio. Amago de calambre en el kilómetro dos y la gacela saltarina tuvo que poner el modo "caracol de supervivencia". Metro a metro empecé a sentirme mal. La mezcla de geles, barritas, isotónico, unido al calor, al esfuerzo y a la falta de práctica, convirtieron mi estómago en una centrifugadora. No me lo podía creer, estaba en el kilómetro 3 pidiendo la hora. Con un ritmo que iba en descenso, mermado por los problemas estomacales, fui cruzando la emblemática Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia rumbo al paseo paralelo al cauce del río Turia. Y en el kilómetro 5 exploté… y cuando digo “exploté” me refiero literalmente a tener que salirme del recorrido para hacer una visita al señor “Roca”. En mi vida me imaginé tener que parar en medio de una competición para evacuar, pero la Media Distancia me estaba enseñando su cara más desagradable. Un par de minutos después de la excursión me volví a incorporar al recorrido con la duda de si podría terminar. El ritmo alegre al que había salido de boxes era una utopía en ese momento, y con 16 kilómetros por delante no me quedó otra que olvidarme de ritmos y sobrevivir. Arrastrándome, poco a poco, tuve que volver a adelantar a todos los triatletas que había pasado en los dos primeros kilómetros. Muchos me preguntaban que de dónde había salido, que por qué les adelantaba dos veces. “Es que me gusta darle emoción a las carreras” les decía, jejeje.



Sin ninguna ambición más allá que la de terminar, buscaba entretener la mente con cualquier cosa. Durante un rato fui dando tumbos de lado a lado del paseo en busca de sombras, después corrí un ratito por la hierba, entre avituallamiento y avituallamiento (había uno cada 3 kilómetros) me tomaba un gel, y cuando pasé bajo la pancarta del kilómetro 7 me crucé con cabeza de carrera. Los Élite ya estaban de vuelta. Eso me iba a permitir coger referencias y contar cuantos Grupos de Edad iban por delante. Intento animar a los conocidos como Barroso, Sobrino o Dani Bayón, y mientras me entretenía contando dorsales, vi a lo lejos un tritraje amarillo del Buelna. Era Felipe, y lo tenía cada vez más cerca. Llegué a su altura en el kilómetro 9. Se le veía un poco tocado. Traté de animarle diciéndole que tenía la medalla a tiro, pero creo que no surgió efecto. Cuando golpea el hombre del mazo lo hace de verdad. 



Estaba a punto de llegar al punto de giro (ecuador de la media maratón), y las sensaciones, aunque no habían mejorado, sí que se habían estabilizado. Además, no me había cruzado con ningún grupo de edad, lo que quería decir que iba el primero en ese momento. ¡BIEN! Contento, pero prudente, giré en el kilómetro 10,5 para volver hacia meta. La retirada ya no era una opción, pues volver, había que volver, sí o sí, y el camino más corto era el marcado por el circuito. Cuando di el giro y vi que la ventaja con Felipe ya era de más de 2 minutos, me relajé un poco. La victoria estaba en mi mano, pero las piernas todavía tenían que correr bastante para confirmarla. 

Con más dificultad que antes seguí adelantando triatletas de la carrera Élite, hasta que llegué a uno que, más o menos, iba a mi ritmo. Me puse delante, me siguió un rato y luego me devolvió el adelantamiento. Esta va a ser mi rueda hasta meta, pensé. Miraba el reloj y el ritmo era de 4:10 aproximadamente ¡qué triste! Iba a todo lo que daban mis piernas a ritmo de calentamiento… ¿a esto se le puede llamar petar? Cada vez que había un bordillo que saltar, o una minicuesta que rompiera la mecánica de la zancada, los amagos de calambre aparecían. Pensé en lo que supondría tener que hacer una carrera a pie con cuestas de verdad… ¡qué dolor!



Salimos del cauce del río y ya solo quedaban tres kilómetros a meta. Aun tenía un gel en la mano, por si las moscas, y bien hice, porque en el kilómetro 19 me lo tuve que tomar. Mi compañero de viaje, que en ese momento marcaba el ritmo, pasó de ir a 4:10 a correr a 4:00 ¡y no pude seguirle! Me iba descojonando de la risa ¿estamos de broma? El caso es que cardiovascularmente tenía la sensación de ir a ritmo de rodaje lento, pero de piernas no iba. 

Hice de tripas corazón para no caminar en el último kilómetro. Dejo que se escape mi “liebre” y bajo el ritmo, tratando de disfrutar. Llego al paseo de la playa de la Malvarrosa. Tan solo 500 metros me separan de ser por primera vez Half Finisher. A 200 metros de la llegada, Noe me confirma que voy primero, pero en ese momento me da igual, solo quiero terminar de una vez, cruzar la meta e irme al hotel a tumbarme. Intento correr bonito por encima de la alfombra azul ¡Ni de coña! Casi la lío porque cada músculo de mi pierna tenía vida propia y parecían querer montar una orgía subiéndose los unos en los otros. ¡Solo unos metros! Oigo al speaker anunciar mi entrada y cruzo el arco azul recibiendo el mítico y apreciado abrazo del organizador de la prueba, Ximo. Acabo de terminar mi primer medio Ironman en 4 horas, 6 minutos y 57 segundos, y he sido primero de todos los Grupos de Edad. ¡Más de 750 inscritos y soy el primero! 



No me da tiempo a disfrutarlo demasiado, porque nada más cruzar la meta me pega un bajón de tensión que casi me tumba. Mareado y aturdido “huyo” de la zona de meta y me voy directo al hotel. Me encanta compartir los post-carrera con los triatletas que van acabando, pero no tengo ni un gramo de fuerza. Llego al hotel, aun no sé cómo, y me tumbo en la cama. Allí espero a que llegue Pablo, que lo hace un ratito después, tras 4 horas y 33 minutos de esfuerzo, que le auparon a la 127ª plaza de la general de grupos de edad ¡qué pedazo de resultado Pablito, cómo me alegro! Voy reviviendo poco a poco tras tomar el Recovery de Keepgoing, dos plátanos y una manzana. Tengo el estómago hecho mierda pero estas tres cosas me sientan de maravilla. Por dentro, siento la felicidad de haber sido capaz de sobreponerme a los imprevistos de la carrera a pie. El sufrimiento de las carreras largas es muy distinto al que estoy acostumbrado, pero no sabría deciros si peor o mejor, simplemente distinto. Da igual que hayas guardado nadando o en bici, que al final llegas vacío a meta. Aun así, esa sensación de vacío te hace sentir lleno, a mí por lo menos, y si eso se acompaña de una medallita de oro en el Campeonato de España mejor que mejor.





Tras recuperarnos en el hotel y dejar la habitación, nos dirigimos a boxes a por las bicis y después a la ceremonia de entrega de medallas. Allí nos juntamos con los amigos del Buelna: Felipe, Sergio, Luís y Noe. De ellos, Sergio fue bronce en su grupo de edad (30-34) mientras que Felipe se quedó finalmente sin medalla, pero consiguió terminar. Mérito enorme el suyo, viendo cómo iba en el kilómetro 9. Tras la ceremonia de entrega de medallas nos fuimos el séquito astur-riojano-cántabro a comer juntos al Burger King… Sí, somos un poco cutres, pero esas patatas y esa hamburguesa me supieron mejor que el caviar.



Y ya con unos días de reposo en las piernas y de asimilación de lo que fue un debut bastante, digamos, positivo, termino esta crónica describiendo la sensación que tengo respecto a la media distancia, y es que creo que hay mucho margen de mejora. La experiencia en este tipo de pruebas es fundamental para saber ir al límite. Yo creo no haber sabido, aunque terminé tocado, y que cuando haya hecho alguno más seré capaz de regularme mejor y rendir más al límite de mis posibilidades. Pero como no sé cuándo será esto, voy a disfrutar de lo que hay y del descanso competitivo que me voy a dar por un tiempo indefinido.

Espero no haberos aburrido mucho con esta crónica, pero una carrera así merecía ser bien contada.

Sean todos muy felices







MUNDIAL DE DUATLÓN DE AVILÉS DE GRUPOS DE EDAD: ¿Guinda o guindilla?

Por fin llegó el tan ansiado fin de semana del Mundial de Duatlón de Avilés. El día que se hizo oficial la sede de la prueba, no tuve ninguna duda de que traer un Mundial a Asturias iba a suponer un éxito organizativo y de participación. Todos sabemos que este tipo de eventos están hechos para los Élite y los pagamos los Grupos de Edad, pero, sinceramente, tener la oportunidad de competir contra duatletas de otras nacionalidades, empaparse del ambiente popular que transmiten las distintas selecciones y convertir tu región en el centro mundial del duatlón por unos días, no hay precio que lo pague.

Tras ganarme una plaza en Grupos de Edad en el Campeonato de España de Duatlón en Cerdanyola, la cita mundialista se convirtió en el siguiente gran objetivo del año. Era mi tercera experiencia en un campeonato internacional, tras el mundial de Pontevedra en 2014 y el europeo de Alcobendas en 2015. La distancia elegida en esta ocasión fue la Standard u Olímpica: 10 kilómetros de carrera a pie, 40 kilómetros de bici sin drafting y 5 kilómetros de carrera a pie finales. Hasta entonces, tan solo había hecho dos duatlones de esta distancia y los resultados fueron buenos en ambos, pero lo que me hizo renunciar a correr la distancia sprint en el Mundial fue el hecho de que fuera con drafting.



Las tres semanas desde que corriera el Duatlón de Santa María del Páramo fueron realmente duras. El desgaste físico y mental acumulado de toda la temporada me impidió encontrar sensaciones hasta unos días antes de la gran cita. Los entrenos no salían y cada vez me notaba más cansado. Creo que es algo normal cuando uno lleva sometido a un plan tan riguroso desde noviembre, y con tantas carreras, entrenamientos, horas de trabajo y falta de sueño. Por eso, a falta de 10 días para la cita de Avilés tuve que levantar el pie, obligarme a descansar y bajar el volumen de entrenamiento y el estrés. Sin duda fue una decisión acertada. Asesorado y apoyado en todo momento por Juan Carlos Llamas, conseguí levantar cabeza esos días previos, y ver la cita mundialista con algo más de ilusión.
Llegué a Avilés “semi-regenerado” y con ganas de hacerlo bien en mi tierra. La opción de repetir medalla en mi grupo de Edad (25-29) había pasado de ser un objetivo a ser una ilusión con la que no quería obsesionarme. De cara a la galería traté siempre de dar la impresión de que llegaba como nunca, con las mejores sensaciones y en pico de forma, pero ni mucho menos. Llegué con lo puesto, con lo justo y pidiendo la hora, pero había que disimular.



Tras vivir el ambiente multicultural los dos días previos a la carrera y disfrutar con la plata de Emilio Martín en Elite masculina, el sábado y con la participación de la asturiana Laura Álvarez en Élite femenina, llegó nuestra hora, la de los Grupos de Edad.



El domingo, a las 11:15h de la mañana estaba prevista la salida de mi tanda de Grupos de Edad. Los boxes, con más de 1000 bicicletas, eran un escaparate de marcas y colores inolvidable, fiel reflejo de la heterogeneidad de los participantes. Ingleses, franceses, sudafricanos, australianos, norteamericanos, españoles… en definitiva, eran más de 30 nacionalidades las que estaban representadas en este mundial de grupos de edad. Entre los rivales más fuertes de mi categoría figuraban el británico Samuel Pictor, vigente campeón de Europa, su compatriota Brake, y los españoles Josemi, Brais Misa y Alex Rodríguez. Ya me había enfrentado a todos ellos, y era consciente de que la lucha por las medallas iba a estar cara. Cada año se nota que el nivel de grupos de edad es más alto, y, aunque uno mejore por dos, vienen diez que mejoran por diez.



El calor apretaba en la explanada del Centro Niemeyer. Tras un trote de calentamiento y unos progresivos fuimos a la cámara de llamadas para formar en salida. Más de 40 rivales en mi grupo de edad, junto con los de una categoría menos (20-24 años) íbamos a ser los primeros en dar comienzo al mundial en distancia standard. Concentración y bastantes más nervios de lo habitual. No las tenía todas conmigo y tampoco tenía muy claro qué tipo de carrera plantear. Se dio la salida y por delante teníamos dos vueltas de 5 kilómetros saliendo del centro Niemeyer y recorriendo la ría de Avilés por ambas márgenes. El piso de hormigón liso que componía gran parte del recorrido iba a pasar factura a mis delicados pies. Traté de coger posición los primeros metros y entrar bien colocado en un par de curvas cerradas. Objetivo conseguido, pero a costa de pegarme un buen calentón inicial. La carrera era larga y el primer 10000 había que reservar. Entramos en el paseo de la Ría y las cartas de cada uno se ponen rápidamente sobre la mesa. Samuel Píctor, con un potente sector a pie, pone tierra de por medio desde el kilómetro 1, llevándose a su compatriota Brake con él. Consiguen abrir un hueco de más de 100 metros sobre un grupo perseguidor en el que me encontraba junto a los españoles Brais, Alex, y a otros competidores de un grupo de edad inferior.



La cosa parece que funciona, las malas sensaciones de las semanas previas no aparecen y en el kilómetro dos decido tensar el grupo para ir reduciendo las unidades. Aprovechando mi tirón, un sudafricano, un japonés y el español Javi Rosado, todos ellos del GE 20-24, se van para delante, dejándonos a los “mayores” descolgados. No me caliento y decido seguir a ritmo. Cuando llegamos al punto de giro en el kilómetro tres reubico posiciones. Por delante Píctor ha soltado a Brake y este empieza a petar calamitosamente y es pillado por el grupito donde va Rosado. Brais, Álex y yo seguimos su estela y por detrás hay un hueco importante hasta el grupo de Josemi, con quien había luchado el pasado año en el europeo de Alcobendas por un puesto en el pódium.



Completamos la primera vuelta sin hostilidades, controlando y manteniendo el ritmo. Los pies empiezan a quemar por la dureza del asfalto y el calor aprieta cada vez más. Bebo agua en el avituallamiento del kilómetro 5 y me sirve para quitar la sequedad de boca que llevaba. El pulso va bien, en torno a 170 pulsaciones, pero las piernas empiezan a flaquear. Queda mucha ría por recorrer, pienso, pero me pueden las ganas y vuelvo a intentar soltar a mis acompañantes con un pequeño cambio de ritmo. No lo consigo; Brais y Álex están más fuertes que en Cerdanyola (segundo y tercero respectivamente). Pero el acelerón nos permite enlazar con Rosado y Brake a falta de dos kilómetros. Mientras, las distancias con Píctor se estabilizan en aproximadamente 40 segundos. No está mal, pienso. El año pasado me habían caído casi dos minutos en el primer sector del europeo de Alcobendas, por lo que mantener la diferencia por debajo del minuto aun me daba esperanzas para poder pillarle en bici.



El ritmo decae ligeramente en los últimos kilómetros. Todos tenemos puesta la cabeza en la bici. Llegamos a boxes un numeroso grupo compuesto por cuatro españoles, un japonés y un británico. Por delante el sudafricano Math Smith y el británico Píctor.

Eterna, sí, eterna transición la que tenemos que recorrer hasta llegar a nuestras bicis. Cuando un box tiene más de 1000 bicicletas es fácil confundirse. En este caso, cogí como referencia un arbolito florecido que estaba justo enfrente de la mía. Llegué hasta el arbolito, giré la cabeza y allí estaba mi AVENGER, cedida por la empresa EsvaBikes, y lista para quemar el asfalto avilesino.



Me abrocho el casco, cojo mi velocípedo negro y salgo de boxes el segundo del grupo, justo por detrás de Álex. Los primeros kilómetros de bici de un duatlón son los peores. La musculatura tiene que adaptarse y cuesta encontrar el golpe de pedal. Con Álex como referencia a unos 100 metros, salimos del Centro Niemeyer en dirección al puerto comercial de Avilés. En la larga recta que nos conduce al primer giro de 180 grados me cruzo con Píctor y el sudafricano. Sorprendentemente no nos sacan mucho, apenas 30 segundos. Yo sigo detrás de Álex hasta el kilómetro 3, cuando este deja de pedalear tocándose alguna parte de la pierna. Le supero y me coge la referencia.



 Nuevo giro de 180 grados y el sudafricano se había puesto en cabeza. Me daba igual, no iba con él la lucha. Mientras, la diferencia con Pictor se reducía segundo a segundo. Comenzamos la parte larga de la vuelta de bici y voy alternando la posición con Álex. Me cuesta todavía coger ritmo, las piernas me estallan y voy bufando como un animal. Regula que no llegas, me decía una parte de mi cabeza, mientras que la otra solo me señalaba la figura del inglés que ya tenía a tiro. Cuando estamos a punto de darle caza, al final de la primera de las 2,5 vueltas, Brais Misa, que había perdido unos minutos en la transición, nos adelanta a Álex y a mí y se va a por Pictor. ¡Esta es la mía! Cojo la referencia del gallego y los tres españoles damos cuenta del inglés.



 La cosa promete. Todavía faltan 15 kilómetros de segmento y le pueden caer unos cuantos segundos, difíciles de recuperar luego en la carrera a pie. Brais Misa marca el ritmo y yo le sigo a una distancia prudencial. No sé si fue la adaptación muscular o qué, pero pasado el ecuador del sector ciclista empecé a encontrarme fenomenal, rodando rápido sin esfuerzo. Cuando nos aproximábamos a la T2, llegó por detrás el británico Brake con su pepino de bici y rueda lenticular para quitarnos las pegatinas. Repetí la estrategia y traté de mantener la referencia con él. Equiparar el ritmo de Brake era un sobreesfuerzo que probablemente merecería la pena. Sin mirar atrás me lancé a por los últimos 5 kilómetros detrás del inglés, sufriendo como un perro a más de 40 km/h y con las piernas calientes.



Iba tan ciego que en el último giro de 180 grados no fui capaz de ver quien venía detrás y quien se ha quedado descolgado, pero mis dudas se disipan cuando nos adentramos en el recinto del Niemeyer para hacer el cambio de material. La ilusión de haber conseguido despegar a Pictor, Misa y Álex tras el último apretón de Brake se va al traste cuando todos ellos se me ponen en paralelo dispuestos a luchar por una posición y llegar bien colocados a la angosta entrada en boxes.



Las medallas están en juego y somos cinco aspirantes para el último 5000; “ergo”, sobran dos… La suerte está echada. Me bajo de la bici el cuarto del grupo y tras otra ETERNA transición corriendo descalzo más de 500 metros, consigo hacer un cambio de material bastante digno y empiezo la carrera a pie segundo, detrás de Brais. No obstante, aún está todo por decidir, pues Pictor, Alex y Brake salen inmediatamente detrás de mí. Corro cual pollo sin cabeza tratando de reducir a cero, los metros que me separan de Brais. Oigo gritos de la gente por todos los lados, pero mi cabeza solo tiene el pensamiento de alcanzar la figura roja del gallego. Cuando me pongo a su par me tomo un respiro que permite a Alex y a Pictor unirse al grupo. Brake se ha quedado descolgado, por lo que ahora somos 4 para 3 medallas… tan solo sobra uno.



Las piernas notan los excesos de la bici y empiezo a tener calambres…. ¡¡Pufff!!, esto va a ser agónico, pienso. Los gemelos se me suben, los bastos internos también, pero trato de dar sensación de entereza y no dar pistas a mis rivales. No puedo ir más rápido de lo que estamos yendo, por lo que para evitar sorpresas y ritmos que me hagan salir de punto, decido ponerme en cabeza y ralentizar la carrera. Si marco el ritmo y nadie ataca puedo llegar al final con opciones, por eso decido ser yo quien mande en el grupo. Terminamos la primera de las dos vueltas de 2,5 kilómetros pasando entre el gentío que se agolpaba en los alrededores de meta. Al pasar, miro de reojo el desvío hacia la alfombra azul que en pocos minutos nos conducirá a meta, y sueño con cruzarla el primero. Pero queda todo por hacer y hay que volver a centrarse en la carrera.



 Las sensaciones musculares parecen mejorar y tenso la cuerda para ver quien flojea. En este pequeño cambio de ritmo consigo que Brais se descuelgue ¡BIEN! Ya somos tres, la medalla parece asegurada, pero quiero más. A 2,5 kilómetros de meta y en el sector que mejor me defendí toda la temporada no puedo dejar escapar el oro. Vuelvo a probarlo a falta de 2 kilómetros. Sé perfectamente que Píctor es más fuerte que yo a pie pero ¿quién me iba a decir que no va tocado y no que no puede más? Ese último cambio de ritmo fue en vano, y tanto Álex como el inglés aguantaron sin problema. Volvieron entonces los calambres ¡Malditos! Tan solo kilómetro y medio y rezo para que ninguno de mis dos acompañantes cambie tan lejos. Ya no me quedan marchas, tan solo el sprint, por lo que las opciones de Oro pasan por jugárnosla en los últimos metros. Pero de camino hacia meta Samuel Pictor sube un punto la marcha y abre hueco, llevándose con él a Álex. Sufro, sufro lo indecible e intento no ceder, pero mis piernas están ya destrozadas y no les queda nada. Veo con impotencia alejarse a mis rivales y empiezo a asumir el color de mi medalla. Me va a tocar ser bronce esta vez. Con la rabia de ver el oro tan cerca recorro los últimos metros, giro de 180 grados, alfombra azul, saludo al público y entro en meta tercero.



Trato de disfrutar del momento, aunque cuesta cuando ves tan cerca la posibilidad de quedar campeón del mundo en casa. Aun así, a día de hoy valoro el bronce conseguido en una carrera emocionante hasta el final y que pone la guinda rico pastel que me he ido comiendo durante toda la temporada.



Gracias a mis compañeros del IH Saúl, Alexandra y Adrián, por haber ido a Avilés a animarme, al igual que Luis Cue y Javi, y como no, a Nico y Pili, grandes amigos que hasta cambiaron turnos de trabajo para estar presentes. Me he llevado el bronce deportivo pero el oro en afición ¡Muchísimas gracias!







Y por supuesto, este broche bronceado que le hemos dado a la temporada no hubiese sido posible sin vosotros, todos los que habéis aportado vuestro granito de arena con ayudas en forma de material y económicas. Gracias a la empresa Nuteca, de Pablo Gutiérrez, al Bender Triatlón, al IH Cantabria y a Austral, patrocinadores en este Campeonato del Mundo. Gracias a la empresa de bicis EsvaBike, a las empresas de ruedas Rothar y Sscar, a mis amigos de Keepgoing por darme la mejor suplementación, a Catlike, por seguir apoyándome una temporada más con cascos, gafas y zapatillas, a Isma de Megustalanaranja, por surtirme de vitamina C durante todo el invierno y, como no, a mi guía, a Juan Carlos Llamas (Basic Fitness) por ser él quien ha hecho carburar esta máquina a un nivel que no me hubiese imaginado.




Y ahora, con una nueva experiencia en el bolsillo, pongo rumbo a Valencia, donde el próximo fin de semana me enfrentaré a un nuevo reto: completar por primera vez un Medio Ironman. Los deberes ya están hechos, y esta carrera me la voy a tomar como un premio antes de afrontar un parón competitivo para regenerar cuerpo y mente.

Por tanto… ¡Nos vemos en Valencia!