jueves, 4 de mayo de 2017

CAMPEONATO DE EUROPA DE DUATLÓN 2017: ¡POR FIN UN ORO!

Si hace una semana, tras cruzar la línea de meta del Medio Ironman de Orihuela, me dicen que siete días después iba a estar disputando la medalla de oro y, además, llevándomela para casa en el europeo de Duatlón celebrado en Soria, no me lo hubiese creído.


Suelo ser demasiado ambicioso con mis objetivos, pero a estas alturas de la temporada me estoy pasando un poco. En cuatro semanas voy a enlazar cuatro pruebas que tengo marcadas con una cruz en mi calendario. Todas importantes y ninguna sacrificable: Medio Ironman de Orihuela (donde quedé sexto), Campeonato de Europa de Duatlón por Grupos de Edad en distancia Estándar (sobre el que versa esta crónica) y las dos que faltan: Duatlón de Polanco y Campeonato de España de Medio Ironman, en Pamplona.

Dicho así me da un poco de miedo pensar en qué estado de recuperación voy a llegar a las dos carreras que faltan para completar este periplo primaveral, pero hasta ahora las dos que hice me han dado una moral y una motivación extra para ir a por todas en las siguientes.

El viernes pasado puse rumbo a Soria, sede, este año, del Campeonato de Europa de Duatlón. Como siempre que se disputa una prueba internacional de este tipo, el campeonato se divide en dos categorías bien diferenciadas. Por un lado, los Élite, los verdaderos profesionales de este deporte, con el español Emilio Martín como favorito para hacerse con el VERDADERO y único título de campeón de Europa. Por otro lado los Grupos de Edad, donde cientos de aficionados, con mayor o menor dedicación, pero al fin y al cabo aficionados, tenemos la oportunidad de medirnos con duatletas de otros países en una carrera catalogada como “Campeonato de Europa”, y que preparamos con la mayor ilusión del mundo. Cada uno a su nivel, pero todos con el objetivo de dar el máximo. Aun así, aunque sea un Campeonato de Europa de “no profesionales”, hay grupos de edad en los que el nivel no desmerece, para nada, ser digno de reconocimiento. No veáis lo jodido que es plantarse en una carrera de estas y sacar medalla. Tengo, o he tenido la suerte, de haber disputado dos mundiales y dos europeos hasta la fecha, y haber subido al pódium en todos ellos, pero no penséis que es lo normal, porque a veces nos mal-acostumbramos a los buenos resultados y no valoramos lo que hacemos. Cada chapita, aunque sea en Grupos de Edad, lleva detrás una dedicación, una cantidad de horas de entrenamiento, un sacrificio, una organización para encajar horarios y un cuidado personal enormes, pero, al final, una satisfacción que lo compensa todo. Me faltaba el oro, y a Soria fui con un objetivo claro: Subir al primer cajón del pódium por primera vez en una prueba internacional.

El sábado fue día de disfrute viendo a los Élite y en especial a los nuestros, que rindieron como nunca, consiguiendo Emilio Martín el Oro y Mavi García la Plata. Presencia española en ambos pódiums continentales, masculino y femenino. El duro circuito soriano, con una carrera a pie sube y baja por el pulmón de la ciudad, el parque de La Alameda de Cervantes, y una bici rompe-piernas (también con subidas), unido a la altitud a la que se encuentra Soria (más de 1000 metros sobre el nivel del mar) ponían los ingredientes a una receta deportiva más que complicada. Pero, a las dificultades que mostraba el circuito se unió un invitado inesperado: la climatología. 


Si bien el sábado el tiempo respetó a los Elite, el domingo, día en que nos tocaba a nosotros batirnos el cobre, amaneció frío, ventoso y con amenaza de lluvia. Se veía venir que Soria 2017 sería la versión 2.0 de Alcobendas 2015, el último europeo que se disputó en España y que lo hizo bajo unas condiciones infernales. Aquella plata conseguida hace dos años tenía más épica que cualquier otro pódium por lo complicado que era mantenerse sobre la bici debido a la lluvia, el viento y las “tropocientasveinticuincemil” glorietas que había que pasar.

Como estaba previsto, el domingo amaneció “feo”. A las 10.30 salí del hotel, abrigado como un esquimal, rumbo a boxes. Unos 300 duatletas íbamos a competir en el Campeonato de Europa de Duatlón por Grupos de Edad en distancia Estándar (10km a pie, 40km de bici sin drafting y 5 km a pie para terminar). La primera transición, ubicada en el bonito césped del Parque de la Alameda, era un bullicio de corredores, todos con la vista puesta en un cielo gris que amenazaba lluvia. El otro invitado indeseado, el viento, ya formaba parte de la fiesta, y zarandeaba virulentamente las bicicletas colocadas en las barras de boxes, con rachas de más de 50 km/h. Mientras colocaba la bici en mi sitio, llegó la hora de reencontrarse con viejos amigos y, en pocos minutos rivales. Josemi (4º en el último europeo en Alcobendas) o Alex (subcampeón del mundo en Avilés), eran dos de los españoles con opciones de medalla y, para mí, los dos rivales más duros, a priori. También el vasco Joanes Goitisolo apuntaba al pódium y, aunque no había competido nunca contra él, también lo tenía en la lista de favoritos. De la delegación inglesa, la más numerosa en mi grupo de edad de 25 a 29 años, no conocía a nadie, pero por la experiencia que tenía hasta la fecha, estaba seguro de que alguno vendría con nivel para dar guerra. Faltaba Samuel Pictor, vigente campeón de Europa y del Mundo, pero había muchos otros con ganas de defender el título de su compatriota. En definitiva, que esto es un Campeonato de Europa y si pienso que va a ser fácil estoy muy equivocado.


Con bastantes nervios y mucha más concentración que otras veces, entré en la cámara de llamadas unos 10 minutos antes de empezar la carrera. Los 300 duatletas de grupos de edad saldríamos por tandas y nosotros, los comprendidos entre 18 y 29 años, lo haríamos en la primera de ellas. Mientras esperábamos sobre la alfombra azul a que se diera el bocinazo de inicio, empezó a llover. ¡Lo que faltaba! La ya de por sí dura climatología, con frío y viento,  se complicaba aun más. Pero ya no había tiempo para darle vueltas a la cabeza. Por mi mente solo pasaban pensamientos sobre la gestión de carrera. Primer segmento de 10 kilómetros a pie dando cuatro vueltas a un circuito ratonero y con más de 100 metros de desnivel positivo acumulado. Mi intención era salir controlando, valorar el estado de recuperación del Medio Ironman de la semana pasada, e intentar llegar a boxes con fuerzas para darlo todo en bici.


Puntualmente, y con la tensa sinfonía que precede las salidas de los duatlones y triatlones en España, sonó la bocina. Ya no había marcha atrás, el europeo había empezado y allí nadie iba a regalar nada. Salimos cuesta arriba y la gente esprinta para coger posición. No me caliento porque, esta vez, más que nunca, debía gestionar muy bien las fuerzas. Esto me hace pasar el primer 500  inmerso en medio de un pelotón multicolor liderado por el austriaco Oliver Kreindl. En la primera subida por el parque de La Alameda pude avanzar posiciones y llegar a la altura de Aleixandre. El ritmo era alto pero tampoco excesivo, lo cual me permitió seguir progresando en el grupo, esta vez en la parte de bajada. Pasamos el primer kilómetro a 3:28’/km y el segundo a 3:34’/km,  y, casi sin querer, me había puesto tercero, detrás del austriaco y del español Goitisolo.


 ¿Y ahora qué hago? Pues lo que hice fue romper con la estrategia conservadora que tenía pensado plantear y tomar la iniciativa del pelotón. ¡Qué leches! Más que tomar la iniciativa me tiré, a lo kamikaze, a reventar la carrera desde el kilómetro 2.  Cuesta abajo lancé el ataque, sin mirar atrás hasta pasada la primera de las cuatro vueltas. Aunque no me hizo falta girar la cabeza para saber que la manada se había disgregado y que conmigo solo viajaba el vasco Goitisolo. El speaker anunció nuestra escapada por megafonía al pasar por la zona de gradas. Es una pasada el ambiente que se vive en Soria con estas carreras. En todo el recorrido había gente, pero es que en la zona de meta la cosa estaba a reventar.


Espoleados por el público, Joanes y yo emprendimos nuestra marcha en solitario con, aún 7,5 kilómetros por delante. Durante la segunda vuelta mi compañero de fuga se puso a tirar. Aproveché para resguardarme detrás de él en las zonas de viento. Íbamos a buen ritmo, no al 100%, pero alegres. En los giros de 180 grados aprovechamos para tomar referencias con nuestros perseguidores. Josemi era el tercero, y poco a poco, en cada giro, veíamos como el hueco aumentaba. Pasamos la segunda vuelta con más de 40 segundos de ventaja sobre Josemi y Aleixandre, que había conseguido contactar con este último viniendo desde atrás. Yo, conocedor del potencial en bici de Alex, quería abrir todo el hueco posible con él y tratar de aguantarle en bici.


La tercera vuelta fue cosa mía, tirando de Joanes, y en la cuarta éste pegó un cambio de ritmo al que no quise entrar por precaución. Se me fue unos metros, no demasiados, y preferí seguir a ritmo que pegarme un calentón. Tocaba la parte decisiva de la carrera, la bici. Pero antes, una emboscada en forma de cuesta para acceder a boxes donde volví a echarme encima de Joanes. Solo seis segundos nos separaban a nuestra entrada en boxes, y tras un sorprendente y novedoso rápido cambio en la transición, lograba salir con la bici tres segundos detrás del vasco.


Por detrás la carrera iba rota. Un segundo grupo formado por Alex y Josemi llegaban a la transición a casi un minuto, mientras que el austriaco era el cuarto en llegar, a un minuto y medio.
Empezaba un sector de carrera que probablemente dejaría sentenciadas las plazas de pódium. Al ser un circuito sin drafting y tras haberlo reconocido el día anterior, decidí ir con la cabra, aunque tenía dudas. El fuerte viento y los 650 metros de desnivel positivo en 40 km hacían que las fuerzas estuvieran muy igualadas entre aquellos que iban con bici de carretera y los que íbamos con la de crono. Goitisolo, líder al inicio del segmento ciclista, había optado por ir con bici de carretera. Josemi y Alex, al igual que yo, iban con la cabra.


Salí tras la estela del vasco en las primeras rampas que nos conducirían rumbo a la carretera de Madrid. Un recorrido de ida y vuelta, plagado de repechos y con un viento de cara a la ida infernal. Pero la alegría de seguir a Joanes me duró lo que tardó la carretera en ponerse cuesta abajo. Antes del kilómetro 1, al paso por una curva rapidísima en bajada, me pilló una ráfaga de viento lateral e hice un recto hacia la acera, clavando frenos, echando pie a tierra y estando a punto de irme al suelo a las primeras de cambio. ¡Madre mía, qué acojone! Me volví a subir a la bici y afronté la bajada con muchísimo cuidado, agarrado a los laterales del manillar para controlar los envites del viento que, al paso por algún viaducto, me hacía hacer unas “eses” peligrosísimas.

“Termino esta vuelta y me retiro”, fue lo primero que pensé tras superar la zona de bajada. El circuito estaba peligrosísimo y no iba a poder apretar en casi ningún momento, así que “¿para qué jugármela?” Me di una vuelta de margen antes de decidir abandonar. Si os soy sincero, no me siento nada orgulloso de haber pensado esto, y de verdad os digo que es la vez que más cerca estuve de retirarme.


Aun manteniendo el segundo puesto, pero con Goitisolo muy alejado, luché en la subida contra un viento de cara que te “clavaba”. Era desesperante, el punto de giro no llegaba nunca y la sensación era de ir parado. No quise mirar hacia atrás, pero contaba los segundos que faltaban para que Josemi o Alex me quitasen las pegatinas. Entre el incidente de la bajada, el acojone y la clavada por el viento, estaba cubriéndome de gloria en este inicio de sector.

Pero por fin llegué al punto de giro y, cuál fue mi sorpresa, que ni Alex ni Josemi venían demasiado cerca. Me crucé con ellos y calculé aproximadamente 30 segundos de ventaja. Con el viento soplando de culo a la vuelta, por fin pude acoplarme en la cabra y tener la sensación de “volar”. Se notaba una barbaridad el viento favorable y los repechos de vuelta hacia Soria se subían solos.

El pensamiento de retirada desapareció tras completar la primera vuelta. ¿Cómo iba a retirarme yendo segundo en un europeo? Las condiciones climatológicas eran iguales para todos, así que había que aguantar. Con unos 30 segundos de desventaja con el líder empecé la segunda vuelta, llegando de nuevo a la bajada en la que había tenido el susto. Esta segunda vez tomé la curva casi parado, agarrado al manillar como si me fuera la vida en ello, y no cambié de posición hasta que la carretera se puso de nuevo cuesta arriba.


No estaba pudiendo apretar en muchos tramos y seguro que estaba dando más watios con los brazos que con las piernas, pero como me gusta ver el lado positivo de las cosas, ese ahorro de energía en el tren inferior me permitía guardar fuerzas para los momentos en los que hubiese que bregar en contra del viento en subida. Llegué al punto de retorno por segunda vez y volví a buscar referencia con mis perseguidores. Esta vez las noticias fueron buenas ¡Estaba abriendo hueco! Me crucé con Josemi mucho más adelante que en la primera vuelta, mientras que Alex se había quedado más descolgado. “Solo queda la mitad” trataba de animarme. Con viento de culo y con más confianza que la primera vez, pude apretar las bielas y rodar a gusto camino de Soria.

Cuál fue mi sorpresa que en el repecho de entrada en la ciudad soriana me encontré, sin querer, con Joanes justo delante. ¡Lo tenía a tiro! El medio minuto que llegó a sacarme se había reducido a apenas 5 segundillos.


Empezamos la tercera vuelta muy juntos, pero en la zona de bajada, donde yo todavía iba acojonado, se me fue un poco la referencia del español. Ya superado lo más peligroso, en la segunda parte de la ida, con rampas del 10%, viento de cara, comencé a recortarle hasta llegar a él. Un invitado que, aunque llevaba presente toda la carrera, ahora lo hacía incesantemente, la lluvia, fue el protagonista de los últimos compases del segmento ciclista. ¡Cómo dolían esas gotas golpeando en la cara! El ya de por sí épico sector ciclista se estaba convirtiendo en heroico.

No me lo pensé y traté de atacar para abrir hueco antes de bajarnos a correr. Me puse delante de Joanes y… ¡Zasca! Una ráfaga de viento me dejó clavado en el sitio. Íbamos, literalmente, parados hasta que por fin llegamos al punto de retorno. Lo hice en primera posición pero con el segundo pisándome los talones. La carrera parecía decantada a nuestro favor, pues por detrás las diferencias habían aumentado hasta irse por encima del minuto con Josemi y el inglés Harry Boscawen, que venía haciendo una gran remontada.

Con el viento a favor traté de sacar partido a la cabra y beneficiarme de la posición aerodinámica. Conseguí despegar ligeramente a Joanes, aunque un par de glorietas mojadas y deslizantes que tomé con precaución, tuvieron la culpa de que me volviese a pillar.


Tan solo quedaba 1,5 kilómetros para terminar esta tortura, y eran en subida. Sin cebarme y ya consciente de que nos íbamos a jugar el oro y la plata entre los dos, cubrí los metros que faltaban hasta la T2. Este pequeño momento de relax lo aprovechó Joanes para adelantarme y entrar justo delante de mí al cambio.


Siempre tengo la duda de cómo van a responder las piernas al tocar en el suelo tras la bici y echar a correr, pero esta vez, con el frío y la lluvia tenía la sensación de que me iba a costar más de la cuenta entrar en carrera. Recorrimos la larga alfombra azul con la bici en la mano. Iba segundo, a 10 metros de mi compañero de fatigas. Entré en boxes directo a mi sitio, y conseguí hacer algo de lo que me siento especialmente orgulloso: ser el más rápido de todos los grupos de edad en hacer la segunda transición. Normalmente se me suelen dar mal los cambios y pierdo tiempo, pero esta vez salió perfecto, las zapatillas entraron a la primera y en 35 segundos ya estaba iniciando el último 5000, camino de una nueva medalla continental. Aun así, mi transición no sirvió para coger el liderato, y Joanes mantuvo el primer puesto en el inicio de la carrera a pie.

Ya lo había predicho, las piernas estaban atontadas al bajarme a correr, y los primeros metros cuesta abajo fueron una tortura. Eso, unido a que el líder salió como un obús, me hizo pensar que la plata tampoco estaba tan mal. Pero aún faltaban 5 kilómetros de cuestas para entrar en calor.
Al paso por la zona de meta y con dos vueltas por delante, animados por el público que llenaba las gradas, el motor empezó a carburar y, poco a poco, fui limando las diferencias con el primer clasificado. Llegué a la espalda de Joanes en el kilómetro 1. No había tiempo de pensárselo y, como suelo hacer en la última carrera a pie de los duatlones y triatlones, tomé la iniciativa y mantuve el ritmo, pasando a liderar la carrera de nuevo.


Aunque iba fundido, traté de dar la sensación de ir guardando un par de balas en la recámara. ¡Qué agonía! Probablemente nos íbamos a jugar el oro al sprint y viendo lo fuerte que mi rival terminó la primera carrera a pie, no lo tenía nada claro.

Pero antes de completar esta primera vuelta llegó la oportunidad. Casi sin querer, el ritmo impuesto hizo que Joanes cediera unos metros. ¡Esto hay que aprovecharlo! No tenía fuerzas y aún quedaban 2 kilómetros, pero cuando un rival muestra debilidad es cuando hay que saber sufrir y rematar.


Ataqué fuerte en la bajada, pasé por meta por última vez y empecé la segunda vuelta. Cuál fue mi sorpresa que, al mirar hacia atrás, no vi a nadie. ¡Me había escapado! Tampoco acerté a calcular cuánta ventaja tenía, pero sí estaba claro que no me podía confiar. Subí la primera rampa del parque y al hacer el giro de 180 grados lo vi todo de color de oro. Joanes se había descolgado por completo y, en un kilómetro, le sacaba ya más de 30 segundos. ¡A disfrutar! Con la motivación de ver la meta tan cerca y la felicidad de acariciar un objetivo que me hacía muchísima ilusión, mantuve el ritmo en los últimos compases de la carrera a pie animado por el numeroso público y amigos del mundillo de triatlón que veían la prueba en el parque de La Alameda.


Bajada por el adoquinado soriano, la bici que abre carrera se aparta y me señala el carril que desemboca en la meta, giro, toco la alfombra azul, respiro hondo, siento los aplausos del público, me relajo, disfruto y ¡cruzo la meta como Campeón de Europa de Duatlón por grupos de edad! Segundo fue Joanes Goitisolo, a algo más de un minuto, y tercero Josemi, por quien me alegro especialmente tras haber rozado la medalla en el mundial de Avilés (2016) y en el Europeo de Alcobendas (2015). ¡Enhorabuena a los dos!



Pufff ¡qué sensación! ¡Qué alegría! Como dije al inicio de la crónica del Campeonato de España de Duatlón, "Dale valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan", y esto significa mucho. Significa que todas las horas dedicadas a entrenar para llegar a tope a esta parte de la temporada han merecido la pena, significa que todas las personas que me ayudan día a día y dedican tiempo en mi preparación (Ricardo y Juan Carlos) ven recompensado su trabajo, y significa que ya tengo una experiencia de vida más, conmigo y para siempre. No somos profesionales, no nos dedicamos a ello, pero ponemos toda nuestra ilusión en esta afición. No sé dónde estaré mañana, ni si voy a poder hacer esto mucho tiempo, pero mientras llega el momento… “¡Que me quiten lo ‘bailao’!”




Y sin tiempo para celebrarlo mucho, ponemos ya la cabeza en los dos próximos objetivos: Duatlón de Polanco y Campeonato de España de Media Distancia.

¡Salga lo que salga vamos a seguir disfrutándolo!

Y que dure…



5 comentarios:

  1. Enhorabuena Pelayo.

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    1. Pelayo motivas, gracias por tu cercanía con lo grande que eres y lo gigante que vas a ser

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  2. Enhorabuena Pelayo, lo mejor de todo es como lo disfrutas

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  3. Estoy enganchado a tus crónicas. Muchas felicidades!

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