jueves, 8 de junio de 2017

ECOTRIMAD (Half Ironman): Un día de locos...

Agárrense que vienen curvas, y yo seré el conductor de esta sinuosa crónica en la que voy a contar lo ocurrido en el Ecotrimad, triatlón de distancia Medio Ironman disputado el Sábado 3 de Junio en Buitrago de Lozoya (Madrid) y tercera prueba de la Copa de España de Media Distancia.

El origen de los orígenes de esta carrera la sitúo nada más cruzar la línea de meta en Pamplona, hace tres semanas, en el Campeonato de España de Media Distancia. Aquel octavo puesto me hacía sumar los puntos suficientes como para ponerme tercero provisional en la clasificación de la Copa, tras Gustavo Rodríguez y Pablo Dapena. La siguiente prueba sería el Ecotrimad (Madrid, 3 de Junio) y la siguiente Valencia 113 (11 de Junio). En mis planes estaba solo correr Valencia, pero se presentaba una oportunidad única de ponerme líder de la Copa si acudía a la prueba Madrileña, pues la ausencia de Gustavo y Dapena, me aseguraba, prácticamente solo con acabar, ese primer puesto momentáneo. "¡Tienes que ir a Madrid!" Me dijo Miguelín nada más cruzar la meta en Pamplona. Aún exhausto del esfuerzo de esa carrera, tomé la decisión de correr en Buitrago de Lozoya, una pequeña locura en la que me he metido que implica hacer dos medios Ironman en una semana.

Equipo de "Los Apaleaos"

Hoy os voy a contar lo que finalmente sucedió en la carrera de Buitrago, pero adelanto que fue una de las pruebas con más complicaciones que he vivido... Porque vale que se te baje el sillín en un duatlón de 20 km de bici (Torrelavega 2016), pero que te pase en el km 10 del segmento ciclista de un Medio Ironman no tiene gracia... Hubo más.... ¡Empezamos!

El viernes por la tarde pusimos rumbo a la localidad madrileña de Buitrago Pablo Guiérrez, Sergio Bolado y yo. Pablo nos hacía de chófer y de animador, mientras que Sergio y yo bajábamos a Madrid con la idea de "rascar" buenos puntos para la Copa de España. Llevaba toda la semana dándole vueltas a la página web de "eltiempo.es", buscando, cada vez que entraba, que se produjera un milagro y que la lluvia, rayos y centellas que se preveían para el día y la hora de la carrera, se convirtieran en un sol radiante... Pero no hubo suerte. Las previsiones meteorológicas eran catastrofistas y yo, con el miedo que tengo a la bici en condiciones de lluvia, me iba desmotivando poco a poco. El remate llegó tras reconocer el circuito ciclista en coche. Dos vueltas de 37 km por un sinuoso trazado con constantes subidas y bajadas... ¡Y qué bajadas! Con el suelo seco se pueden hacer a fondo, pero con el suelo mojado y la velocidad a la que se entraba en las curvas, el riesgo era máximo. Ligeramente acojonado me fui a dormir, soñando con que el hombre del tiempo le diera la vuelta a la tortilla.

Bonito atardecer en el campo de batalla (Buitrago de Lozoya)
Amanecí nervioso el día de la carrera, corrí las cortinas y al ver el sol se me iluminó la cara. Cogí el móvil y volví a consultar la previsión... Lluvias torrenciales y descargas eléctricas a partir de las 12 y hasta las cinco de la tarde.... ¡Cojonudo! ¡Justo a la hora de correr!

La teoría del caos llevada a la práctica
Pese a todo, las sensaciones físicas eran buenas. A Madrid llegaba tras haber hecho los mejores entrenos del año, la semana pasada, y con la sensación de que si no teníamos un clima adverso, podría estar luchando por el pódium. Un pódium que aún así iba a estar muy disputado en categoría Elite. A los previamente inscritos como José Andújar, César Pereira, Jordi Pascual, Mikel Otaegui, Ivan Suárez o Sergio Bolado, se unían a última hora Ángel Salamanca y Pablo Martín, estos dos últimos un peldaño por encima del resto de competidores y que echaban un poco al traste las opciones de victoria. De todas formas, como siempre digo, en las pruebas de Media Distancia hay que pelear hasta el último metro y no dar tu puesto por bueno hasta que no cruces la línea de meta.

Armadura lista

Pica el sol, pero que aguante...
Con esta premisa fui para la zona de salida en el canal que conecta con el embalse de Riosequillo. Recorrí en sentido inverso lo que luego sería la primera transición, y espantado me quedé al ver ese “kilómetro vertical” de alfombra roja que conectaba el agua con los boxes ¡una auténtica cronoescalada! Brutal esa transición, todo cuesta, hacia arriba y que nos haría llegar a la bici con el contador de revoluciones al rojo vivo.

Cronoescalada: Primera parte

Cronoescalada: segunda parte

Más tensos que Frodo en una joyería (Foto: Fermín Martín)
Con algo de retraso fuimos citados los Élite en cámara de llamadas. Era la una del medio día y, como si de un cuento de terror se tratara, en ese momento de tensión antes de echarnos al agua, el cielo se tornó negro y comenzó a llover... ¡Ya está liada! Lo que habían anunciado se estaba cumpliendo y, no solo la lluvia, sino también trombas de granizo, cayeron sobre nuestras cabezas.

Nos tiramos al agua los 30 Elites masculinos, colocándonos tras una corchera a la espera de oír el bocinazo de salida. Sin calentar y con la cabeza puesta en lo mal que lo iba a pasar en bici, me vi nadando hacia una primera boya que estaba a 500 metros de distancia. Como siempre, la salida fue algo accidentada y mi falta de sprint al principio me hizo perder posiciones y  quedar atrapado.

Noooo, si aquí nadie empuja la cuerdita de boyas... jeje (Foto: Fermín Martín)
Habiendo aprendido la lección en Pamplona, en vez de insistir en buscar hueco entre la maraña de piernas y brazos, decidí, pronto, abrirme para la izquierda y nadar tranquilo. Escogí el lado izquierdo porque la primera boya se giraba en ese sentido, y a mí me gusta coger las boyas por dentro. Sin referencias de a la altura de qué grupo iba nadando, fui cubriendo los primeros metros en solitario, pero sin separarme mucho de la espuma blanca que el resto de triatletas dejaban a su paso. Tenía la sensación de ir avanzando puestos y sobrepasando grupos. Sin duda me había quedado muy retrasado en la salida, pero los 1900 metros de nado son suficientemente largos para colocar a cada uno en su sitio. Llegué a la primera boya solo, con pocos triatletas por delante, aunque bastante destacados (intuyo que el grupo de Salamanca, César Pereira y Jordi Pascual, entre otros). Cubrí los 50 metros hasta la segunda boya (de nuevo de izquierdas), y tras hacer un poco de braza y ubicar el siguiente objetivo, seguí nadando a mi ritmo, rumbo a otro flotante blanco que, en esta ocasión había que dejar a mano derecha.

Búscate si hay narices...(Foto: Fermín Martín)
Y fue en esta tercera boya donde se lió la primera del día. Antes de la salida, los jueces que estaban con nosotros nos indicaron la OBLIGATORIEDAD de pasar por la izquierda la tercera boya, a pesar de que ello suponía desviarse bastante de la trayectoria natural del cauce del río. Yo, haciendo caso de las indicaciones de los oficiales, me dirigía gustoso y feliz a hacer el giro cuando oí un silbato pitando desde la barca que estaba en esa boya. No entendía muy bien el motivo y por eso seguí nadando hacia allí. Cuando estaba a 50 metros de llegar levanté la cabeza y vi que el oficial me decía con el dedo que por allí no era, que fuera recto a por la siguiente ¡Nos ha jodido! Todo el grupo que llevaba detrás y que me seguía rectificó antes que yo, y cuando lo hice ya me habían adelantado muchos de ellos. Los puestos recuperados al principio de la natación se fueron al traste de un plumazo.

Empieza a granizar (Foto: Fermín Martín)
La mala leche que me entró me hizo pegarme un calentón innecesario hasta la verdadera tercera boya, que estaba bastante lejos, volviendo a ponerme primero del grupo y con terreno libre para nadar. Pero esta vez se pegaron a mis pies y lo que quedaba de la natación me tocó dar la cara. Salí del agua con la sensación de haber nadado muy bien y, a la vez, de haber perdido la oportunidad de sacar tiempo en este segmento. Toqué tierra el séptimo Élite, una de mis mejores nataciones de siempre, si no tenemos en cuenta el desvío que tuve que hacer.

Ese toque "épico" de las fotos al salir del agua
Pero fue salir del agua y el "colocón" que llevaba por haber tenido que girar la cabeza para ubicarme constantemente (no es lo mismo ir a pies que ir tirando del grupo y tener que orientarse) me hizo subir los primeros metros de la cuesta de la transición caminando, perdiendo algún puesto frente a rivales como Andújar. Cuando por fin cogí aire y me deshice de la parte de arriba del neopreno, pude empezar a trotar. Un trote tranquilo, pues la cuestecita se las traía y correr descalzo un kilómetro hace daño a los pies. Llegué a boxes como un pato mareado, el noveno y a 4 minutos del líder, Ángel Salamanca, pero lo peor estaba por venir.

Entre un pato mareao y este energúmeno de la foto hay poca diferencia
Me tomé con calma el cambio de equipación, bebí un trago de la botella de Full Isotonic de Keepgoing que dejo siempre en boxes para la T1, cogí la bici y salí tras Sergio Bolado  (me había recortado los 15 segundos que le saqué en el agua)  a afrontar los eternos y angustiosos 75 kilómetros de ciclismo.

Empieza el Show
Un circuito duro, con 1100 metros de desnivel positivo acumulado y el suelo mojado por la lluvia que caía (antes granizo) era el escenario perfecto para hacer estragos y cobrarse algunas víctimas. La primera, fruto del infortunio y debido a un pinchazo (creo) fue la de José Andújar. El joven corredor y rival directo para la Copa de España tuvo que abandonar antes del primer kilómetro. Sabiendo que el inicio del segmento era hacia arriba, tenía que aprovechar esa circunstancia para ganar todo el tiempo que luego fuera a perder en las bajadas. Empecé fuerte, adelantando a Sergio y yéndome solo para delante. No veía a nadie en el horizonte pero las piernas iban y las sensaciones eran cojonudas en estas primeras rampas.

Parezco bueno y todo....

Aquí todavía el aparato iba bien
Subo con fuerza y llego al primer alto. Comienzo la bajada y lo hago de forma tranquila y segura. No me la pienso jugar lo más mínimo. Voy contando los segundos que faltan para que me empiecen a quitar las pegatinas los de detrás, pero pasan los kilómetros y, sorprendentemente, nadie me adelanta ¿irán todos como yo? la respuesta es no. Sergio, que venía detrás no me pudo pasar en esa primera bajada porque en la tercera curva se hizo un recto y se fue a visitar los pastos madrileños, perdiendo bastante tiempo. Pero antes de que la carretera se tornara de nuevo hacia arriba, dos flechas, las del ex-ciclista profesional Iván Suárez (Insu) y la de Pablo Martín, me adelantaron como si yo fuera en un triciclo. ¡Santa humillación! ¡Joder!, sé que estaba bajando despacio, pero ¿tanto?
No hice amago de seguirles y al poco llegamos al cruce de la Presa de Fuentes Viejas: unos 400 metros de adoquín que, cuando lo cruzamos en coche el día anterior no nos dimos cuenta del efecto batidora que tiene al pasar en bici.

Sin duda los paisajes de la bici merece la pena que sean retratados (Foto: Fermín Martín)
Entré un poco “fuerte” en la zona adoquinada y la bici empezó a vibrar. Preocupado porque mi Garmin no saliese volando, estuve más pendiente de sujetarlo que de dar pedales y avanzar. Y cuando por fin salí del traqueteo de los adoquines fui consciente de la que se había liado... Al sentarme en el sillín para afrontar el 1,5 km al 7% que venía a continuación, me noté muy raro, como más encogido encima de la bici. ¡Como para no estarlo! Por culpa de las vibraciones el sillín se me había bajado 5 centímetros e iba sentado en la bici como los de la serie “Verano Azul” ¡Qué putadón!, así de claro. El único consuelo fue ver que si no se había bajado hacia abajo del todo fue gracias a que la pegatina del dorsal que llevamos en la tija había hecho de tope y obstaculizaba el desplazamiento del sillín.

Apaleado al cubo
No lo pensé demasiado durante la subida, porque esta la hice prácticamente de pie, pero cuando me tocó volverme a sentar para acoplarme, me era imposible ir cómodo. Pero las desgracias no vienen solas, ni siquiera de dos en dos, en este caso vinieron de tres en tres. A la bajada del sillín se le sumó el descentre de la rueda delantera, que se apoyó contra la zapata derecha, frenándome la bici y haciendo un ruido insoportable y una resistencia extra en contra del avance. Y para rematar, en el "adoquín de las lamentaciones" mi bidón de geles salió despedido sin darme cuenta. ¿Resultado? 65 kilómetros por delante, sin comida, con la bici frenada, el sillín bajado y lloviendo ¿alguien da más? Me vine abajo psicológicamente. Las ganas que me estaban entrando de apretar se esfumaron y la poca esperanza que me quedaba se diluía en cada pedalada rascando la zapata.

¡Pero si yo quería tirar pa boxes! ¿una vuelta más? ¡No jodas! (Foto: Fermin Martín)
Mientras mi cabeza era un dilema y se debatía entre el abandono o seguir, Sergio Bolado llegó por detrás, acompañado de otro triatleta madrileño, y su pasadita me sirvió para olvidar por momentos mis penurias. Traté de distraer la mente y seguirles, haciendo un esfuerzo enorme para que no se me fueran en las subidas, pero en las bajadas me era imposible aguantar el ritmo. Conseguí mantener a Sergio a tiro hasta el kilómetro 30, momento en el que Mikel Otaegui, viniendo desde atrás, nos adelantó y Sergio subió una marcha para tratar de seguirle, dejándome en la estocada, con la puntilla en el cuello y hundido.

Con más pena que gloria conseguí llegar al punto de giro, y mientras lo hacía, llorando incluso de rabia por la situación, cada vez tenía más claro que allí se iba a terminar mi carrera. "Pie a tierra y pa casa", era lo más sensato en vistas a tener que completar otra vuelta de bici pedaleando de pie y sin comida. Lo tenía claro, en el punto de giro abandonaría. Pero es curioso cómo, a veces, hay un fondo de armario en el cerebro que, sin que tú le mandes, hace lo contrario a lo que uno tiene pensado, y en vez de girar a la izquierda hacia boxes para retirarme, me vi pedaleando de nuevo cuesta arriba, rumbo a una nueva vuelta de 35 kilómetros "¿a dónde vas Pelayín?" Pues sinceramente, en ese momento no habría sabido responder, pero había un "Pepito grillo" en mi cabeza que me gritaba en silencio "¡¡¿¿cómo leches te vas a retirar después de haber preparado tanto esa carrera, después de haber sacado entrenos duros adelante en condiciones adversas, después de plantarme en Madrid, después de haber creado ilusiones en mis amigos y compañeros, después de haber sentido el ánimo de mis padres y, sobre todo, cómo iba a decepcionarme a mí mismo de esa forma?!!" Sabía que si me retiraba me iba a arrepentir, y a día de hoy confirmo que la opción de seguir fue finalmente la más acertada.

Venga que ya queda menos Pelayín (Foto: Fermín Martín)
Al empezar la segunda vuelta traté de distraerme con cualquier cosa. Ir cruzándome con la gente de grupos de edad durante los primeros 5 kilómetros de vuelta me sirvió para espantar los fantasmas del abandono y disfrutar un poco de la prueba y los paisajes. Además, había dejado de llover y el sol “picaba” de lo lindo, ideal para ir transformando mi blanco nuclear en moreno. Las bajadas, que tan peligrosas me parecieron con lluvia, se tornaron en "divertidas", ahora que el piso estaba seco.

Llegué de nuevo al fatídico lugar donde se produjeron las calamidades y esta vez crucé con mucho cuidado el adoquinado, al paso por la presa de Puentes Viejas. Mientras vibraba como una batidora iba pensando que si en la primera vuelta el traqueteo me había descuajeringado la bici, quizás otro meneo lo pusiera todo en su sitio de nuevo. Pero no, al salir del adoquín todo seguía igual.

Las piernas no iban mal, aunque la rampita del 7% posterior al cruce de la presa se me atragantó un poco. Aproveché esta zona de subida para levantar la cabeza y buscar triatletas en el horizonte. Reconocí la figura de Sergio Bolado en lo alto de la cuesta, cuando yo aun no había empezado a subir, mientras que por detrás no tenía a nadie a la vista.

Echando el higadillo
Más solo que la una seguí sumando kilómetros, sin dejar de apretar, pero con prudencia, por miedo a quedarme sin gas. No tenía geles, y en los avituallamientos la organización tampoco los daba. Paredes de Buitrago, Serrada de la Fuente o Berzosa de Lozoya eran algunos de los preciosos pueblos madrileños ("entachuelados" de narices, esos sí) por los que debíamos pasar. Rampa arriba, rampa abajo el segmento ciclista del Ecotrimad llegaba a su fin, y con él la penitencia que tuve que pagar en esta carrera.

"Cinco kilometrinos más y está hecho. Te bajas de la bici y solo es correr una Media Maratón ¡chupao!", iba diciéndome a mí mismo. Llegué a Buitrago de Lozoya con la intriga de saber la minutada que me había caído en bici y la sangría de posiciones. Tampoco tenía muy claro lo que iba a poder remontar y si las piernas responderían en la carrera a pie al hecho de haber corrido en bici prácticamente de pie todo el tiempo y no haber comido. Los 1100 metros de desnivel positivo en 75 kilómetros, en contra de lo que puede parecer, me beneficiaron, pues ir de pie en los repechos era necesario, así que el hecho de llevar bajo el sillín no me penalizó tanto como hubiera pasado en una bici llana y de ir acoplado.

¡Qué ganas de soltar la "cacharra"!
Aparecí por el campo de fútbol donde estaban los boxes como alma en pena, a casi 15’ del primer clasificado (Pablo Martín), y a 9 minutos del pódium. Con calma me bajé de la bici y corrí con ella en mano hasta mi sitio. El alivio de haber llegado sano y salvo a la transición contrastaba con el bloqueo muscular que sentí en esos primeros metros corriendo descalzo. A diferencia de otros Medios Ironman, esta vez tuve que sentarme en el suelo para calzarme. Me lo seguí tomando con tranquilidad, mis piernas me pedían tregua, y creo que fue lo mejor que hice. Aproveché para darle al cuerpo unos segundos de respiro mientras me ponía los calcetines, las zapatillas, la gorra y me lanzaba a por la media maratón.

Salimos de boxes y empieza lo bueno
¿Qué tendrá este último sector de los triatlones que aunque vaya "apaleao" como el que más, despierta en mí un plus de motivación y me hace sacar todo lo que llevo dentro? Me encanta correr y lo disfruto, tanto entrenando como compitiendo. Saber que solo me quedaba mi sector favorito me hizo olvidar lo ocurrido, resetear la mente, centrarme en lo que tenía por delante y, por qué no, intentar maquillar un resultado que hasta el momento era una incógnita. Pero como en cualquier problema de matemáticas, paso a paso se van despejando las incógnitas, y a los pocos metros de salir de boxes los ánimos de Pablo y la gran noticia que me dio al decirme que iba noveno, dejaron la "x" prácticamente resuelta. Recapitulando, noveno puesto, a 1 minuto del octavo, a 2 minutos del séptimo, a 3 minutos del sexto, a 5 minutos del quinto y del cuarto, a 9 minutos del tercero, a 12 minutos del segundo y a 15 minutos del primero.

Trail por Buitrago
¡Qué subidón! Empecé a echar cuentas y mi peor puesto en la Copa de España era un 8º en Pamplona. En Madrid todavía tenía la oportunidad de mejorar puntos y sumar para ponerme líder. ¿Cuántos? Estaba por ver.

Si algún día os piden que recomendéis un triatlón de media distancia por su dureza en la carrera a pie, recomendad el Ecotrimad... ¡Qué media maratón! Era un auténtico trail, con constantes subidas y bajadas, curvas técnicas, piedras, barro, agua, suelo roto por el diluvio de los días precedentes. Tenía todo lo que se le puede pedir a una carrera de montaña. En el primer kilómetro pensé en que podría haber ido con unas zapatillas de trail, o incluso con clavos y no hubiese pasado nada. Pero no. Ahí estaba yo con mis voladoras, con mis New Balance Hanzo, unas zapatillas pensadas para carreras de 5 km en asfalto (10 km como mucho) y a las que estaba sometiendo a prueba por los pedregosos caminos de la sierra de Madrid en una Media Maratón. Me encanta correr con voladoras, sentir el rebote en el suelo y la sensación de salir disparado en cada zancada. Sea cual sea la distancia o el terreno siempre me veréis calzando uno u otro tipo de voladoras.

Seguimos por el campo, ligeramente apaleado
Pasé el primer kilómetro controlando el ritmo para no pasarme de vueltas en las cuestas, y no tardé en tener a la vista a mi compañero Sergio. Le di caza en el kilómetro dos, justo al paso por el primer punto de avituallamiento. Él, con el dedo meñique roto, le estaba echando unos huevos como los del caballo de Espartero, y había puesto la marcheta "Ironman" para acabar como fuera este triatlón y sacar buenos puntos para la Copa de España. Pasé a ser octavo en ese momento y, coincidiendo con la larga recta sobre el muro de la Presa de Puentes Viejas, atisbé, al fondo, a unos 300 metros, al que en ese momento era el séptimo clasificado. Mientras corría a por esos 5 puntitos extra para la clasificación de la Copa, me fui cruzando con los primeros, que volvían. Ángel Salamanca fue el primero en cruzarse conmigo, aunque no era el líder, pues Pablo Martín, muy destacado, ya había pasado antes de que yo llegara a la zona donde podíamos coger referencias. Detrás de Salamanca, a un mundo, iba Iván Suárez, cuarto Jordi Pascual, quinto Cesar Pereira y sexto Otaegui. Más o menos 2 minutos me separaban de esa sexta plaza; demasiado lejos como para pensar en ella en ese momento. Había que centrarse en objetivos cortoplacistas. Y el corto plazo pasaba por "pescar" el séptimo puesto, con el cual me hice en el kilómetro 5 tras superar a Juan Benjumea.

 Llegué de nuevo a la zona de avituallamiento, donde bebí agua y, tras una leve mirada hacia atrás, me llevé un buen susto. Un chico de rojo venía como un rayo recortándome “¿quién leches me estaba echando el guante?” Vale que no estuviera teniendo mi mejor carrera, pero creo que tampoco estaba corriendo lento y ver que alguien me perseguía en la carrera a pie fue una sensación rara, novedosa y sorprendente. Seguí a mi ritmo, haciendo el bucle entre el kilómetro 5,5 y 7,5 por caminos de tierra, teniendo que subir una cuesta donde al mirar el reloj el ritmo se iba por encima de 5'/km.


La alfombra esta no está mal para correr
El mosqueo al ver que mi perseguidor me estaba echando el aliento en el cogote me hizo apretar un poco los dientes antes del final de la primera vuelta. Pero antes de poner esa marchita más tuve que tomarme el bendito gel del kilómetro 7. Esta vez no alargué más su toma, realmente lo necesitaba y su efecto fue inmediato. El gel “Activation Mixed Berries” de Keepgoing, me dio un plus al minuto y poco de haberlo tomado que me hizo revivir y poder llegar a la zona de boxes con alegría, para completar la primera de las dos vueltas. Mitad del trabajo hecho y con un séptimo puesto momentáneo que si me lo dicen hacía menos de una hora no me hubiese creído. Vale que esta era una carrera para haber luchado por el pódium, pero las circunstancias no me lo permitieron así que yo ya estaba más que feliz solo con ir camino de ser “finisher”.

A la motivación de recibir de nuevo los ánimos de Pablo al pasar por meta, se unió el inesperado hecho de encontrarme por el camino con César Pereira y ponerme sexto momentáneamente a falta de un giro. Otros cinco puntitos para la hucha y todavía 10 kilómetros de trail por delante para seguir remontando.

En esta segunda vuelta ya se empiezan a juntar doblados de grupos de edad, a los que cuesta adelantar por la estrechez e irregularidad de algunas partes del camino. Voy haciendo un entretenido "slalom" durante la subida, animado por varios de los triatletas a los que pasaba e intentando devolver yo los ánimos a quienes me los daban a mi o veía que iban más jodidos.

Últimos kilómetros recogiendo margaritas
Y casi sin querer, en la bajada hacia la presa, vi a Mikel Otaegui delante, a menos de 100 metros. Quinto puesto a tiro. Llegué donde él, tomé aliento 10 segundos y seguí a mi ritmo tras darnos ánimos mutuamente. Rondaba el kilómetro 14, y tuve que retrasar la toma del segundo gel un poco para evitar bajar el ritmo nada más pasar a Mikel. Ya de vuelta hacia el avituallamiento del 16 pude degustar mi segundo gel ¡qué hambre! De nuevo fue como si hubiese bebido de la pócima mágica de Asterix y Obelix. Pocas veces había notado tan radicalmente el efecto de los geles, pero en Madrid, la circunstancia de no poder comer durante la bici hizo que mi cuerpo fuera en déficit toda la prueba y agradeciera cualquier aporte, respondiendo con energía.

Última subida dura y ya los 3 kilómetros finales eran favorables. “¿Dónde estará el cuarto?” me iba preguntando. Pero por más que levantaba la cabeza no conseguía identificar a Jordi Pascual. La diferencia debía de ser grande. Aun así, no quise dejar de correr en el tramo final, ya en bajada hacia Buitrago.


Que síiiiii, que te he visto, Pablo
Últimas curvas alrededor del Colegio Gredos San Diego, donde más concentración de público había, y directo a meta en el estadio de fútbol, cruzando el arco 5º y sintiendo una satisfacción personal enorme, más que por el puesto, por haber sido capaz de vencer a mi mente, que tan caprichosa se puso durante la bici, y completar el quinto Half de mi vida triatlética (el tercero este año tras Orihuela y Pamplona).

Una mano bien echada siempre es de agradecer. ¡¡META!!
¡Qué pasada! No me podía creer que en una carrera en la que estuve a punto de retirarme y en la que lo pasé tan mal en bici, hubiese acabado así de bien. Si algo he aprendido en el Ecotrimad es que no se pueden bajar los brazos hasta cruzar la meta. Un Medio Ironman es “UN MUNDO”, una montaña rusa de sensaciones, donde tan pronto estás arriba como abajo, en la miseria. Lo importante es convencerse de que esos momentos de miseria van a ir seguidos de momentos buenos y que en cuatro horas de carrera hay tiempo para que los malos momentos se arreglen. Con esa premisa debo salir siempre a competir.

¿Y la recompensa?
Pues la recompensa es, nada menos que ¡PONERME LIDER DE LA COPA DE ESPAÑA DE TRIATLÓN DE MEDIA DISTANCIA ELITE! Aunque se trate de una posición virtual, porque Gustavo y Dapena solo han corrido 2 carreras, a mí me hace mucha ilusión y me motiva infinito para seguir entrenando con ganas y no bajar los brazos. Esto es como cuando un equipo modesto de fútbol se pone líder de la liga en la jornada 3. Todos sabemos que va a durar poco en ese puesto, pero la alegría de verse una semana en lo más alto es indescriptible. De momento vamos a disfrutar del pastel.

Además, mi compi Sergio Bolado, con su noveno puesto ELITE en el Ecotrimad se pone segundo en la Copa. Dos federados en Cantabria liderando el ránking Nacional.

Primero y segundo de la Copa de España
Y con esto y un bizcocho (el que Almudena me tenía preparado al llegar a Santander, mil gracias), hasta la semana que viene: Valencia 113, lugar de mi debut en la distancia, hace un año. El domingo vuelvo a ese primer escenario que me hizo descubrir una modalidad, el Medio Ironman, que me ha encandilado, y en la que ya voy camino de mi sexta participación. Pero esta vez vuelvo con otra mentalidad, con más experiencia y objetivos ambiciosos. Como dice el míster Ricardo Lanza: “Pelayo, tú mentalízate de que tienes que salir a ganar, luego puede que no ganes, pero hay que salir a por lo máximo”. Pues con esa premisa nos vamos a la capital del Turia.

¡A por ello!


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